¡¡¡Argggg!!! ¡Los centros comerciales me pueden!
No hace falta ni siquiera que estén demasiado llenos de gente. Me pueden en sí, como concepto.
Me puede la idea de entrar allí con el fin de salir con algo, obligatorio, para cada miembro de mi clan próximo. Algo, lo que sea, un libro navideño, un disco navideño, un regalo general navideño que no desagrade demasiado. No quiero aconsejar a otros miembros de mi clan para comprar cosas para los otros miembros. No quiero comprar nada.
En un centro comercial me molesta todo.
Me molesta el arquitecto, que diseñó un espacio en mármoles y dorados, con lámparas de araña que caen justo delante de la tienda tipo “todo a cien”. Un espacio feo, con bancos fríos, con adolescentes que fuman mientras comen chicle y que tiene un parking pintado de rosa.
Me molesta el CD de villancicos versión música de ascensor cantada por los pitufos con el que nos atormentan.
Me molestan los dependientes jóvenes y dinámicos que me miran por encima del hombro al ritmo de música machacona, en tiendas todas iguales en las que venden ropa toda igual con la que el año que viene nadie se atreverá a ir ni a la vuelta de la esquina, pero que esta temporada se lleva mucho en Gran Hermano. Esas miradas desde lo alto de la moda tipo Zara me dan ganas de correr alocada por entre las estanterías desdoblando todos los jerseys...
Me molestan las chicas de la sección perfumería que no entienden mi negativa a rociarme con perfumes que no le desearía ni a la señora con abrigo de piel que aprieta contra su pecho a su caniche en un ascensor cualquiera. Si alguien me rocía sin mi consentimiento, me vengaré apoderándome de una botella de litro de Barón Dandy y salpicando a diestro y siniestro.
Me molestan las tiendas que venden sales de baño, aceites para masajes y sesiones de hidroterapia, en las que todo el mundo me empuja, se mezclan demasiados olores y la luz es demasiado brillante. No quiero que me relajen así. Qué nadie intente relajarme o me voy al Zara a desdoblar jerseys con mi botella de Barón Dandy...
Tampoco quiero que me den barritas de cereales con fibra light y sucedáneo de chocolate en el supermercado, aunque sean regaladas, no me voy a comer eso. ¿Pero por quién me toman? Si quisiese comer fibra light con chocolate me comería la pata de una mesa del Ikea con nutella.
En fin, espero no tener que volver a poner el pie en un sitio de esos hasta la navidad que viene.