miércoles, 14 de septiembre de 2005

Y volvemos con las azafatas


Guisante, ya estoy de vuelta. Buf, ¡qué ajetreo!

Es que esta semana pasada he estado haciendo azafatismos durante cuatro días, en una cumbre de ministros iberoamericanos todos ellos de corbata y con espalda recta. Para ello, he tenido que recluirme en el Parador de Segovia, que es desde donde ellos realizaban sus tareas de relaciones internacionales y sobre todo, desde donde comían y visitaban lugares pintorescos del paisaje cultural castellano.

Ha sido una constatación de lo mucho que sirven estos congresos multitudinarios con personas de estas que están al cargo para firmar documentos. Documentos que no me he enterado bien si es que están hechos ya con anterioridad cada uno aportando desde su casa, o es que es una plantilla tipo estándar, adaptable a cualquier partido o régimen, y que sólo tienes que imprimir desde un archivo que les viene en el ministriword por defecto. El caso es que no les he visto discutir mucho. Claro que con la pata de cordero todavía asomándote por la glotis, poco se puede hacer.

Podría contaros peripecias mil que me han acontecido a lo largo de toda esta semana de reclusión, pero no hay palabras para describir una actividad que transcurre con tanto desenfreno y en la que es necesaria una capacidad intelectual de elevada categoría como la mía. Tengo estridentes calambres en las piernas, los dedos de los pies deformados, la mandíbula en estado de huelga anti-sonrisa y un tremendo sosiego interior por saberme una profesional del mundo del celuloide verde/pañuelo dos aguas que no tiene parangón. Me sonrío a mi misma por la satisfacción personal que te reporta el trabajo bien hecho.

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