jueves, 16 de noviembre de 2006

No me gusta Paris

He ido tres veces ya este año y no me gusta. No me dice nada. Es grande, hostil, ruidosa, desagradable y por hacer aquí acopio de todos los tópicos típicos, está llena de parisinos.

Yo soy como el ratón de campo, las ciudades grandes me aturullan.
Paso mal por el paso de cebra en verde por entre todos los coches que parados en medio se pitan entre ellos.
Me pilla la mochila la puerta del metro porque las señoras asquerosas del vagón no se apartan ni un milímetro para dejarme entrar pese a que llego tardísimo.
Todo el mundo tiene cara de comer mal, de estar estresado, de estar cabreado y estornuda o tose sin parar.
En el metro todos los anuncios anuncian agencias para ocuparse de la tercera edad o de los niños cuando salen del cole... probablemente los padres de esos niños solos tengan que trabajar demasiado, quién sabe si en empresas que se ocupan de los niños cuando salen del cole...
No me gusta hacer colas interminables para comprar el billete en una máquina que no devuelve el cambio.
No me gusta que me arrastren las mareas humanas en las calles del centro mientras mastico un sandwich yendo con prisa de un lado a otro.
No me gusta ver surgir la torre Eiffel por entre la nube de contaminación, me parece la puntita por la que agarrar la ciudad desde el cielo y tirarla a la basura...

viernes, 10 de noviembre de 2006

Post inéditos de un guisante en Corea I

Pues resulta que esta mañana, revisando entre mis papeles y cosas, me encuentro un cuadernillo con notas que tomé en mi viaje a Corea del Sur el año pasado, con la idea de escribirlas luego aquí, y se me olvidó. Así que ahora me dispongo a rescatar algunas de ellas.

El link a los post que sí puse está aquí.

ON-SU-RI

La estadía en el templo ha sido interesante, aunque fue algo aventuroso llegar. La parte del metro la hicimos bien, y también cogimos el bus correcto, pero ya en la recta final, con tantos logros a nuestras espaldas, nos pasamos la parada y acabamos no se muy bien donde.

El bus merece descripción a parte. En si era normal, tirando a viejo, así un poco tambaleante, sobre todo si se tiene en cuenta la velocidad brutal a la que conducen los coreanos. Nos sentamos en primera fila como buenos turistas pardillos y le dijimos varias veces al conductor “ON-SU-RI”, que era el nombre de nuestra parada, y él asentía con la cabeza como diciendo “que si, que ya lo he entendido” y nosotros: “ON-SU-RI, ON-SU-RI” y venga a sonreir...

El conductor arrancó el bus, y se agarró con determinación al volante gigante con unos guantes de algodón blanco. Del retrovisor colgaban muchas guirnaldas y muñequitos y eso y en un semáforo, para darle ambiente a la cosa, mete una cinta de Neil Sedaka en el radiocasette y se pone a cantar en inglés de la misma manera en que yo adolescente cantaba cosas como “guorrrrrrddss don camisi tu mi...”.

Antes de cada parada, con sus guantes blancos, cogía el micrófono y decía el nombre de la parada. “Esto es pan comido” pensé yo, pero por si acaso me acerqué a él y le repetí “ON-SU-RI” y él me miró con desconfianza.

De pronto, en un pueblo cualquiera para, se baja todo el mundo menos nosotros, y sigue conduciendo hasta el deposito de autobuses... oh oh...

Entonces yo, inasequible al desaliento, le pregunto: “ON-SU-RI?” y él abre unos ojos muy grandes y gesticula y me dice en perfecto coreano algo como que era la parada anterior, que hay que bajarse, que está muy lejos como para ir a pie, que qué vamos a hacer ahora...

“Taxi?” pues qué remedio...

Justo cerca hay una especie de estación de taxis, una oficinita en la que nos sentamos y esperamos. La oficina era un cuartito con sofás, mesa, teléfono, televisión, ventilador y pescado puesto a secar colgando de un fluorescente...

Y yo necesito un café... me acucia de pronto toda mi occidentalidad de golpe, ¡basta de té! ¡café, café! En la puerta de la estación de taxis hay una máquina que parece de café, pero ¿como saber qué botón apretar? Todos tienen etiquetas que acaban en una palabra que se transcribe KOPI, café (los coreanos no consiguen pronunciar la F y la pronuncian P). Kopi esto, kopi lo otro... no entiendo, pulso un botón al azar y es un kopi horrible sin azúcar... me está bien empleado, por ponerme tan terrenal antes de ir a un templo budista.

Y allí seguimos un rato, espera que te espera, nosotros y el pescado seco, a la luz de un fluorescente de estos que parpadea.

Finalmente el taxista llega y yo me abro paso guía en ristre para decirle, con la ayuda de la sección de frases, que queríamos ir al templo de meditación del loto. Él, con una sola mirada me deja claro que mi frase se parecía como un huevo a una castaña a lo que yo quería decir en realidad. Se lo enseño por escrito y nos lleva ¡Genial!

martes, 7 de noviembre de 2006

Un despertador de verdad

Hoy ha sonado mi despertador, lo he apagado de manera totalmente inconsciente y he seguido durmiendo... esto sucede demasiado a menudo y ahora que parece que han terminado de dar golpes en la obra del piso de abajo, golpes que comenzaban a las 8 de la mañana impidiéndome seguir en los brazos de morfeo, puedo dormir tranquilamente hasta bien entrada la mañana, con lo que luego me toca quedarme en el instituto hasta las tantas...

¿Y la culpa de todo esto de quién es? Pues está claro, del despertador.

Mi despertador es inocente, se deja engañar fácilmente. Tiene dos botones, uno para que siga sonando cada 7 minutos y otro para que deje de sonar del todo. Y está claro que yo no debería darle al botón del silencio permanente si no tengo la intención real de levantarme, pero estamos hablando de alguien en proceso de despertarse, alguien que es capaz de todo por 5 minutos más...

Por ello quiero un despertador que no se deje engañar fácilmente. Señores ingenieros de despertadores, pónganse manos a la obra. El despertador debería permanecer siempre en el modo en el que toca la alarma cada 7 minutos, y resultar irritante de manera creciente: titi titi titi titi titi titi ... Para parar la tortura uno tendría que responder a un set de preguntas de dificultad creciente hasta demostrar que esta despierto de verdad de la buena. Algunas preguntas podrían ser:

¿Qué día es hoy?

¿Cuánto son 27 más 45?

¿La “N” va antes o después de la “L” en el abecedario?

¿Entre qué meses va “Marzo” en el calendario?

¿Dónde está tu pasaporte?

¿Dónde está la factura de la luz que hay que pagar mañana?

lunes, 6 de noviembre de 2006

Ha vuelto el frío y hay que abrigarse, yo propongo una prenda de vestir para cada animal

Calzoncillos con bolsillos para los topillos

Calcetines de colorines para los delfines

Leotardos para los leopardos

Pantalones para los muflones

Camisetas para las mofetas

Gorros para los zorros

Y guantes menguantes para los elefantes

viernes, 3 de noviembre de 2006

Una palabra que me gusta hoy (quizá porque sopla viento)

Vibrisas

I think i’m paranoid...

El otro día fui a la OMS y en un momento dado tuve que ir al baño. Salgo yo de hacer pis y me encuentro que junto al lavabo hay un cartel con pinta oficial que dice “¿Te has lavado las manos?” y todo un bla bla de explicación sobre todas las enfermedades que pueden transmitirse por no lavarse las manos, que si salmonelosis, que si esto que si lo otro etc., etc. Y yo, fríamente pensé: he venido limpia de casa, no he tocado nada sucio, he hecho pis, me he limpiado sin mayores embadurnamientos y he salido... ¿debo de verdad lavarme las manos? Y no es por ser cochina, pero es que yo, como toda chica moderna que intente mantenerse hidratada, bebo mucha agua y haré pis unas 12 veces al día. Si me lavase siempre las manos sencillamente ya no tendría manos... y es que estamos exagerando, los chicos que se tocan su pancho para hacer pis, vale, pero las chicas... Si tengo que escoger, prefiero un problema gastrointestinal transitorio que un trastorno obsesivo compulsivo permanente... estos chicos de la OMS los pobres están bajo demasiada presión y comienzan a rayarse...

jueves, 2 de noviembre de 2006

La hora que no existe

El domingo pasado cambió la hora. Siempre tengo una montaña de sensaciones cuando cambian la hora: cuando me “quitan” la hora lo odio, siempre es una hora de sueño o una hora de amor o una hora de bailar o estar con amigos que alguien me roba.

Desde aquí propongo una movilización general para que la hora, en lugar del sábado-domingo la quiten el lunes por la mañana. Estoy segura de que entrañaría ciertas complicaciones pero la gente estaría dispuesta a hacer un pequeño esfuerzo con tal de que el lunes a las 11 de pronto fuesen las 12 y quedase menos tiempo para salir del trabajo.

Cuando me “dan” la hora, por lo general me gusta. Duermes más, bailas más, amas más... esta vez, sin embargo fue agridulce porque esperé más. Venían a verme de lejos en tren. Qué desespero, qué arrastrarse innoble de minutos, incluso de segundos, despaaaaacio despaaaaacio... y de pronto, golpe cruel del destino, cambio de hora. De vuelta a la casilla de las dos. En mi inocencia creí por un momento que llegarían a verme antes, una hora antes, pero no. Increíble revelación, señoras y señores, los trenes del mundo paran en el cambio de hora, cada uno en su vía, en la noche, en el medio de algún sitio y esperan una hora enterita con todos sus pedazos. ¡Qué desespero! pero ¡qué belleza! todos esos trenes parados en la noche durante una hora que no existe...

El guisante ataca de nuevo: noticia repugnante del día

Chuck Norris a ido a Irak para levantar la moral de las tropas americanas...