miércoles, 24 de enero de 2007

¡Y me da un síndrome y no es el pre-menstrual!

Yo pensaba que eso del síndrome del restaurante chino era algo que no existía en realidad, un mito, como eso de que te sirven gato, o que en las hamburgueserías se hacen hamburguesas con lombrices o que la carne del pollo frito son masas de pollo mutantes que hacen crecer en obscuros laboratorios al son de música lounge y risas diabólicas..., pero no, señoras y señores.

Hete aquí que el sábado pasado voy con un amigo a comer a un restaurante asiático y decidimos regalarnos con el estupendo menú tailandés que incluye muchas cosas ricas:
Llega la sopa, con sus gambas y su leche de coco y todo ¡viva! Con el hambre que teníamos, tras horas de inanición en la biblioteca buscando tebeos ¡qué rica! Nos la comimos super rápido.
Llegan los pinchos de pollo con su salsa picante con cacahuetes ¡viva! Y come que te come.
Llega la ternera con brotes de soja y oh, oh...

–oye, tu te sientes bien?-

-pues no mucho, la verdad...-

Yo sentía como si el increíble Hulk me estuviese masajeando las sienes. ¡Qué presión en la cabeza! Y como si me fuese a caer redonda si me ponía de pié, pero en vez de estar blanca estaba toda roja... A mi amigo, Hulk se le había sentado en el pecho y también le masajeaba la cabeza... ¡buf! Nos faltaba el aire.

El agobio nos duró muy poquito, unos 10 ó 15 minutos, tras los cuales (incluso durante, debo decir con cierto sonrojo) continuamos comiendo.

Como vino se fue. Y el síndrome del restaurante chino, que aparentemente es una reacción alérgica al glutamato monosódico, pero que no tiene un origen completamente claro, y que parece que no le pasa nunca a los chinos, me permitió explorar una vez más eso que tanto me gusta: las diferencias entre personas optimistas y pesimistas:

Yo, pesimista, pensaba: -¡no, enferma ahora no, que mi seguro de salud tiene una franquicia de 1000 euros!
Yo, pesimista y además peliculera, pensaba además: -¡hay que tomar muestras de la comida, quizá seamos alérgicos a una especia tailandesa que causa una muerte fulminante y horrible y es necesario que los médicos tengan una muestra para poder encontrar un antídoto rápidamente!-. Vamos, como si me hubiese mordido una serpiente en el desierto australiano.

Mi amigo, optimista, pensaba: -¡qué bien, tenemos el hospital central al lado!- y otras cosas tranquilizadoras como –no será nada, debe de ser una ligera alergia alimentaria...-

¿Y qué podemos aprender de todo esto?: que no se puede uno atiborrar de comida tailandesa con el estómago demasiado vacío y que los pesimistas tienen siempre una imaginación mucho más salvaje y entretenida.