jueves, 29 de septiembre de 2005
Temporalmente fuera de servicio
Los que opinen que deberia quedarme y estrujarme er seso hasta escribir algo decente que levanten el dedo.
Los que opinen que debería abandonar la ciencia y dedicarme a la venta ambulante que digan alto y fuerte : yo.
Para cualquier otra consulta marque el 2.
Tut tut tut…
La tentación de la carne
Y no tiene que ver con la película de cine erótico de bajo presupuesto que os estáis montando en la cabeza ni con el psicodrama creado por algún director austriaco.Ayer me pasaron dos cosas, o mejor tres, en el super.
Fui zombi-cansada, arrastrando los pies, al super grande que hay cerca de nuestra nueva casa. Estaba muy lleno de gente y los pasillos con las cosas estaban puestos como al tuntún: cosas de papelería en medio de la fruta y cosas por el estilo, vamos, como el ultramarinos de mi pueblo pero a lo bestia. Y yo perdida, y con 30 francos (unos 18 euros) en el modenawer... y en mi zombidez iba yo llenando la cestita roja de cosas y más cosas y más cosas... llego a la caja, y pongo todas mis cosillas en la cinta transportadora... 50 francos. Toma, no tengo, vale, pues espera que voy al cajero del piso de arriba.
Subo a la carrera pensando en la vergüenza que estas cosas suelen darle a los hijos cuando le pasan a las madres, como si no tener suficiente fuese un pecado horroroso.
Saco mi dinerín y me vuelvo a la caja, buff, pago, comienzo a meter mis cosillas en las bolsas y, asombroso descubrimiento: Me habían robado la carne!!! sucios traidores!! los filetes de pavo y las dos chuletas de cerdo con las que nos íbamos a proteinizar estos días!!! no me lo podía de creer, menos mal que la cajera, que debe de ser psicoterapeuta y santa a tiempo parcial, me dejó ir a buscar otras carnes con las que sustituir las mancilladas... En fin.
Ya de vuelta a casa pensaba yo en lo antropológicamente interesante que era el hecho de que me hubiesen robado precisamente la carne (claro, la explicación sencilla es que es lo más caro), pero me imaginaba una familia y el padre llegando a casa: -'niños, os he traído carne', y todos: -'bieeeen!! haremos un fuego en el salón y la asaremos.' No sería lo mismo con unos calabacines...
sábado, 24 de septiembre de 2005
Aplaudir en el avión
Y me gusta porque es espontáneo, poco formal y porque es cada vez más raro: antes se hacía más, ahora depende mucho del destino. Es como si la gente seria de paises serios diese por sentado que el piloto debe hacer bien su trabajo y por tanto, si a ti no te aplauden cuando entregas un informe o cuando le quitas un virus al ordenador, por que aplaudir al piloto?
Por eso ayer, cuando todo el mundo aplaudió cuando aterrizamos en Lisboa me emocioné, y casi me dieron ganas de dejarme llevar y de entrar en la cabina, sacar al piloto a hombros, vitorearlo y cuajarlo de besos (debe de ser por eso que no nos dejan quitarnos el cinturón de seguridad hasta que no ha pasado el brote de entusiasmo).
Oe oe oe oeeeee!
viernes, 23 de septiembre de 2005
Lacónico
No se me puede culpar de esta parida, estoy escribiendo un informe aburrido de esos para que te financien una investigación, en los que tiene que parecer que en realidad ya la has hecho y ahora quieres gastarte el dinero que te den en beber para olvidar.
Morena y la radio
Hoy voy a salir en un programa de radio. Pero no una radio subversiva de contrabando sonoro, sino en una emisora normal de la que la gente puede escuchar con su arradio del Carrefour. Otra cosa es que la escuchen, pero por poder, pueden. Voy en nombre de mi asociación (Asociación Territorios Vivos, www.territoriosvivos.org) y me podréis escuchar esta tarde entonces, a las 19.00 horas según la franja horaria española, en Radio Intereconomía. El programa se llama Nave Tierra. Toma ya.
No he ido nunca a la radio, ni siquiera de visita. Aunque a veces paso por delante de las oficinas de Onda Cero. No sé con qué me encontraré allí y ni siquiera sé si me pondré nerviosa. Mis amigos de la Asociación me han mandado hoy muchos mails para ayudarme con lo que tengo que decir, pero es posible que luego me aturulle y las cosas se me atrofien en el celebro. Celebro que esté usted bien. Pero bueno, una experiencia más.
Llevo toda la mañana haciendo gárgaras porque, dado que dudo que pueda desarrollar un planteamiento sesudo sobre la conservación mundial y sus debilidades, por lo menos que quede audiblemente placentero. Menos mal que no fumo puros y que ayer no me cogí una cogorza. Menos mal que tampoco parece que tenga nódulos en la garganta y que me extirparon las anginas hace muchos años. Con lo que me ha dado la genética en cuestión de cuerdas vocales tendré que apañarme.
También llevo diciéndome a mi misma un montón de consignas que luego me pasaré por el forro. Como por ejemplo que tengo que hablar despacio, cosa que me cuesta sobre todo en estado de alerta máxima. Ya veré. Oye, tampoco tenemos nada que perder, excepto mi dignidad. Pero con episodios varios que me acontecen en mi vida, creo que la pobre está ya para el arrastre y se levanta de cualquier batacazo.
miércoles, 21 de septiembre de 2005
Ella no sabe cuidar de sus hijos…
Café, mesita al sol, guisante revistando unas notas con un croissant (no como instrumento sino como compañía). En una mesa cercana una madre con dos niños pequeños. Niños algo ruidosos pero nada fuera de lo normal. Madre comprensiva y relativamente tranquila, que les habla pero no les pega ni les da pellizcos de monja. En otra mesa más cercana aún, dos jubiladas y un jubilado. Tema de conversación : lo ruidosos que eran los niños y la falta de mano dura de la madre, que induciría a los niños en el futuro a realizar poco menos que actos criminales variados a causa de una falta de figura de autoridad… Qué café me han dado… Lo decían todo a gritos (bajo el pretexto de estar sordos y no oírse los unos a los otros) para que la madre perdiese la paciencia y les introdujese un croissant por la nariz…
Tocaba ginecólogo o el ginecólogo me tocaba
Ayer fui al ginecólogo*. Estaba sentada en la sala de espera y me sentí un poco mal. Las chicas que estaban a mi alrededor, eran como todo glamour. Bien peinadas, consultando la agenda y haciéndole ascos al Hola!, con unos zapatos a la última combinando perfectamente con el estilo del traje de chaqueta, con las mechas estupendas sin raíces, etc. La típica chica a la que le queda todo como en su sitio, sin ser especialmente guapa o con buen tipo. No haré comentarios ni un listado de comparaciones absurdas entre ellas y yo, porque todos más o menos os podéis hacer una idea por donde andaba la cosa y de todos los atributos físicos con los que, en definitiva, ellas habían sido agraciadas y yo no.
Yo me pregunto cómo se hace eso. Porque por mucho que yo intente muchas veces vestirme bien, o ir arreglada, o ponerme el pelo como a mi madre le gustaría… no me queda igual. Será que no sé llevarlo con porte diplomático. ¿Es que hay que nacer de una determinada forma para ser pija? ¿Es que las que nos hemos caído al otro lado de la raya no podemos ya cruzar la frontera en toda nuestra vida?
Y claro, irremediablemente dada la situación y la ubicación de todas nosotras, me puse a pensar en sus chichis.¿Cómo los tendrían? Seguro que iban con depilación brasileña y les olía a rosas. ¿Lo tendrían teñido? ¿Les habría dado por hacerse dibujos? Porque estas chicas a las que me refiero, es como si fueran inmunes al dolor sobrehumano que te acontece en una sala de depilación en la lucha encarnizada con los pelos allá dónde los haya. Y por ello, son capaces de ir más allá del simple “quítame lo que sobra” para adentrarse en el mundo de “¿y si me hago…?”. Y también son ajenas al olor corporal, de todo tipo, bien sea axilar o pélvico.
Desde luego, ¡quién fuera mujer acondicionada!
*Es interesante resaltar llegados a este punto, que la querida Guisante y yo, por avatares de la vida, compartimos el mismo ginecólogo. Coincidencias que no paran de asombrarnos. ¿Será que el mundo no es tan grande como quieren hacernos creer? Quizás nos tengan aglomerados en ciertas partes del mundo y hay zonas despobladas y maravillosas en las que hay gente poderosa pegándose la vida padre. Por eso están tan interesados en que viajemos en avión, para no pararnos por el camino y descubrirlos.
viernes, 16 de septiembre de 2005
Felicidad
¡¡¡Me voy a Praga!!! Mi jefe tendría que ir a un Congreso de Evaluación Ambiental Estratégica (http://www.iaia.org/) y no le apetece, así que me paga los gastos y me voy de enviada especial a cotillear. Una ciudad que me encanta y un tema que me encanta. ¡Y gratis! ¿Alguien está pensando en apuntarse? Sería el colmo ya no ir sola.
Hoy es un día de esos en los que todo sale redondo. ¡Viva y reviva! Primero, paso la ITV del coche, luego me llama mi jefe para decirme que si quiero que me financie un congreso en Praga, luego me terminan de colocar la cocina, luego me sale un billete muy barato de chiripa, luego me llama una amiga de mi madre que posiblemente pueda ayudarme con algo de curro, luego planeo con un amigo el viaje a Edimburgo…
¡Madre mía! ¡Qué suerte que tengo en la vida!
miércoles, 14 de septiembre de 2005
Felicidad simple
Qué bien nos dan de comer en la abadía, madre, esto es una perdición. Llevo tres días aquí y me siento como en casa, eso de no cocinar sienta estupendamente. Te levantas, te duchas, y bajas a desayunar, todo listo, rico, se comparte mesa con intelectuales parisinos que comentan espectáculos de danza y libros de los que no he oído hablar nunca y me transporto mentalmente al 68 (que no al 69 guarros, más que guarros) con todo su glamour de cuello alto y chaquetas de pana y adoquines y eso.
Luego a la biblioteca, que es la iglesia restaurada con su rosetón y todo, a leer leer leer mil cosas interesantes y a tomar nota de cosas más interesantes aún, que sólo me faltan las gafas para sentirme realizada plenamente. Cuando me da hambre, a comer. La mesa puesta me espera con cosas ricas y compañeros de mesa distintos pero igualmente interesantes. Hay quien estudia el estilo de un novelista ruso por métodos matemáticos, hay quien analiza sicológicamente las novelas de un escritor aparentemente esquizofrénico. Se come, se charla, se bebe vino y se come queso al final de la comida (Vive la France!). Café, mucho café. Y de nuevo a la biblioteca. Estudia que te estudia hasta las 6. ¡Y luego libertad! para pasear, para leer novelas, para comer uvas. Libertad que dura hasta la estupenda cena que me espera dentro de un rato, jejeje.
Zapatillas
No he hecho mucho deporte a lo largo de mi vida. Por eso nunca he tenido que enfrentarme a la compra de unas zapatillas para correr. Y ahora, de lleno metida en el “Proyecto Cisne” con el que pienso remodelar mi vida y sobre todo mi cuerpo, tengo que comprarme unas.
Las zapatillas de correr son todas horribles. Están llenas de colores fosforitos, parches reflectantes y tienen el tacón muy grande, porque la cámara de aire para amortiguar el impacto no puede esconderse en ningún otro sitio. Quizás sea para que te empuje hacia delante y no puedas pararte nunca.
He querido ser contrabajista porque fui a un concierto, decoradora de interiores porque un día fui a una casa que me encantó, fotógrafa porque en una exposición de Nan Goldin fue la primera vez que sentí el arte, escritora porque me encantaría hacer que la gente viajara por lo que escribo, costurera porque la ropa es muy cara y no me gusta… y ahora que tengo que comprarme unas zapatillas para correr, diseñadora de calzado deportivo para que la gente pueda salir a dar brincos con algo decente en los pies.
¿Me mudo?
Ya me han acabado las obras de mi casa prácticamente. Ya creo que dentro de poco, cuestión de una o dos semanas, podré mudarme y sacar mis cosas olvidadas desde hace meses en un guardamuebles de Pinto. Tendré que empezar a pensar en la mejor pared para poner ese cuadro, en el color de las colchas y en los congelados necesarios cuando una vive sola y es desorganizada con su agenda por apuntarse en el último minuto a cualquier bombardeo.
Claro que todo esto depende de esta tarde. Depende de si puedo o no abrir la puerta blindada que me pusieron hace tiempo por algún método. Un método que me permita solucionar el problema que surge cuando a tu pintor le da por pintar la puerta y acto seguido, cerrarla para que, ya que se seca la pintura, se queden bien sellados marco y hoja y no se pueda entrar nunca jamás.
¿Alguien me presta un hombro para dislocarlo?
Y volvemos con las azafatas
Guisante, ya estoy de vuelta. Buf, ¡qué ajetreo!
Es que esta semana pasada he estado haciendo azafatismos durante cuatro días, en una cumbre de ministros iberoamericanos todos ellos de corbata y con espalda recta. Para ello, he tenido que recluirme en el Parador de Segovia, que es desde donde ellos realizaban sus tareas de relaciones internacionales y sobre todo, desde donde comían y visitaban lugares pintorescos del paisaje cultural castellano.
Ha sido una constatación de lo mucho que sirven estos congresos multitudinarios con personas de estas que están al cargo para firmar documentos. Documentos que no me he enterado bien si es que están hechos ya con anterioridad cada uno aportando desde su casa, o es que es una plantilla tipo estándar, adaptable a cualquier partido o régimen, y que sólo tienes que imprimir desde un archivo que les viene en el ministriword por defecto. El caso es que no les he visto discutir mucho. Claro que con la pata de cordero todavía asomándote por la glotis, poco se puede hacer.
Podría contaros peripecias mil que me han acontecido a lo largo de toda esta semana de reclusión, pero no hay palabras para describir una actividad que transcurre con tanto desenfreno y en la que es necesaria una capacidad intelectual de elevada categoría como la mía. Tengo estridentes calambres en las piernas, los dedos de los pies deformados, la mandíbula en estado de huelga anti-sonrisa y un tremendo sosiego interior por saberme una profesional del mundo del celuloide verde/pañuelo dos aguas que no tiene parangón. Me sonrío a mi misma por la satisfacción personal que te reporta el trabajo bien hecho.
lunes, 12 de septiembre de 2005
"Yo no compré pan..."
viernes, 9 de septiembre de 2005
Visiones caninas y no sólo…
El otro día estaba yo en mi minipiso hablando con el ser que cohabita conmigo cuando de pronto, sin previo aviso : un caniche blanco, pequeño en el balcón. El ser que cohabita conmigo y yo, pensamos al mismo tiempo que mi cerebro había caducado, máxime cuando salimos al balcon y ni rastro de perro. Peeeero, todo tenía una explicación racional de nuevo, y es que el perro venía del piso del vecino por entre la barandilla y el muro… uffff, otra vez será…
miércoles, 7 de septiembre de 2005
El sempiterno autobús
Mirada furibunda, resoplido, respuesta de la señora: perdone, es que tengo un brazo inmobilizado.
Mirada de sorpresa-verguenza-pero que mala persona soy-perdone usted.
Ella me tomaba por un triclinium, no por la naturaleza perversa que yo asumo presente en casi todas las señoras, sino porque su brazo, el que daba al pasillo, había sufrido una curiosa operación después de una aparatosa caida. Todo me ha sido revelado, con pelos y señales, mientras ella me enseñaba discretamente los puntos, los moratones, los hierros que asomaban de las carnes (esos me los he imaginado yo…). En fin, claro, le he cambiado el sitio, dispuesta a protegerla con mi cuerpo de los golpes de los minibolsos axilares y de las mochilas.
Jo, qué gris sera mi vida cuando me mude de casa la semana que viene y pueda venire andando a la biblioteca…
martes, 6 de septiembre de 2005
Cosas que le pasan a una estando aquí sentada…
Me doy la vuelta a ver que libros tengo a mis espaldas, que son siempre los mismos, y están desde su estantería cotilleando constantemente lo que hago (ahora leen esto y sacuden sus páginas). Muuuuuuchos libros de historia de la biología, de Jay Gould, Dawkins, Mayr de y sobre Darwin, y también de mucha otra gente poco conocida. Pero justo, justito detrás de mí, un libro editado por un tipo, digamos llamado “Fulano Pensante”, es decir, de un tipo con nombre alemán y un apellido igualito al mío, que no es nada común y menos escrito como lo escribimos nosotros, familia de mutantes.
Raro… de verdad.
Estas cosas con los libros son curiosas. Me pasó otra cosa hace tiempo. Leía yo “Comme un roman” de D. Pennac, y él en ese libro habla del amor a la lectura, de como transmitirlo etc. En un capítulo cuenta que llega a una clase de instituto donde es professor y que se decide a cautivar a los alumnos leyéndoles simplemente un libro, claro, no uno cualquiera, escogiendo uno que cautive desde el principio. Y yo, en el sempiterno autobus, que cierro el libro con el dedo dentro y pienso, “-yo les leería El perfume-,” retomo mi lectura y zás, les lee El perfume…
Estas cosas me hacen pensar, creer que todo lo que pasa a veces es un poco raro, como cuando el otro día vi un caniche en mi balcón, y yo no tengo perro y vivo en un quinto… pero esa es otra historia que será contada en otra occasion…
lunes, 5 de septiembre de 2005
Las jubiladas británicas…
Así pude constatarlo el sábado pasado.
Muchas, pero muchas muchas de estas señoras chapoteaban en las piscinas, los Jacuzzis y se vaporizaban en el baño turco. Estaban seguramente purificando sus cuerpos de las toxinas acumuladas durante años de beber te y jugar al bridge.
Bajo el albornoz blanco de rigor, vestían sus bañadores de leopardo con accesorios dorados, o sus bikinis de volantes. Algunas paliaban el horrible efecto estético del gorro de baño obligatorio dejando cascadas de rizos, permanentados y/o teñidos, escapar por doquier.
La media de edad de las termas explica en parte, pero espero que no totalmente, la mirada libidinosa que me echó el empleado de la limpieza cuando me vió con mi fastuoso bikini. En fin, que me sentí rejuvenecer, 40 años, para ser exactos.
Qué le va a hacer una si tiene aficiones propias de octogenaria… quizá debería dedicarme a cosas más propias de mi edad como quién sabe, procrear? Jugar a los videojuegos? Hacer dieta? Hacer calceta? hmmm
La mutación de las VISAs
La vida de las finanzas va muy rápido. Si no, que se lo digan a mi tarjeta de crédito. Pues estando yo esta mañana comprando unos billetes por Internet, ha sufrido una mutación y ha cambiado de categoría en un abrir y cerrar de ojos.
Resulta que cuando he comprado los primeros billetes (sí, soy pobre y hago un viaje en varias escalas), tenía en mis manos una Visa Electrón, o eso me ha dicho la máquina. Y cuando he comprado los segundos, posiblemente con una diferencia horaria de 5 minutos, pues la misma tarjeta había pasado a ser Visa de crédito, por la cual me han cobrado una comisión de 4€ y se han quedado tan anchos. He marcado Visa Electrón y me ha dicho que nanay de la China (y no de otro sitio) y que volviera a marcar otra categoría. Les ha faltado decir que a ser posible, una de las pocas que lleva dicha maldita comisión. ¿Alguien entiende algo?
Pero bueno, como soy una mujer feliz que dejó hace mucho de vestir con botas de militar y de luchar sistemáticamente contra el sistema, he aceptado la bendición del señor Easyjet y ya tengo mis billetes. Quizás con un golpe de suerte, dentro de unas horas tenga en mis manos una Visa Platino y pueda comprarme un yate con tripulación y amigos de pega por catálogo de esos que siempre ríen pese a que estén limpiando el coche a pleno sol y gastando agua en periodo sequía.
Really, really, a mi yate no se sube sin trikini, que no sé lo que es. ¿Tantas cosas hay que tapar?
sábado, 3 de septiembre de 2005
Empiezo a trabajar
Bueno, supongo que ya puedo decir que estoy de vuelta en el mundo laboral. Lo digo porque es sábado y estoy delante del ordenador trabajando en un nuevo proyecto que me tiene investigando sobre las condiciones ambientales de la zona de Albacete, caga y vete. No me apetece mucho, la verdad sea dicha. C’est la vie!
También puedo decir que he comenzado este nuevo curso escolar dejando huella, como no era menos, haciendo de las mías y volviendo a recordarme, por si se me había olvidado después de estar tumbada a lo largo y ancho de mi propia extensión en la arena de la playa sin actividad mental aparente. Soy la misma de siempre. Soy yo y me lo recuerdo de vez en cuando.
El miércoles me mandaron para Albacete en un coche alquilado azul eléctrico con un aire acondicionado potente y una radio CD empotrada en el salpicadero. Para allá que me fui con los objetivos de buscar: A) una cueva de origen kárstico en algún lugar de la campiña y B) un puente romano sobre una rambla debajo de una carretera/autovía.
Empecé por la cueva, porque me parecía que lo del puente era pan comido (la rambla es una y la carretera autovía es una, luego la intersección de ambos elementos no parecía tener problema a priori). Decidí dar un toque de confianza a la sabiduría popular y me planté en los campos de cultivo dispuesta a preguntarles a los lugareños de la zona que seguro habían escalado por los riscos más de una vez. Una cueva no se genera de la nada así como así, luego si los agricultores eran de la zona, seguro que la conocían. Y la conocían. Así como conocían también la senda de elevada pendiente acribillada por el sol de agosto en plena estepa por la que me mandaron a trepar como si tal cosa.
Y para allá que me fui. Con mis chanclas, mi ropa negra y mi bolso, todos ellos elementos por todos conocidos como una mala mezcla para paseos por el campo. Que no se me ocurrió pensar antes de partir que tendría que sacar de donde fuera mis olvidadas aptitudes para el trecking de alta montaña, porque confié en el aire acondicionado del coche sin pensar que en algún momento quizás tendría que abandonarlo realizar desplazamientos y porque no tenía bolsillos para guardar el móvil mientras andaba. Y trepé, y trepé y subí y subí, llegando al objetivo en elevado grado de deshidratación y con un calor de la leche. Toma foto por aquí, toma foto para allá. Y, ¡uy!, ¡qué ganas de hacer pis!
Lección número 1: no se va al campo con chanclas. ¡Menuda hostia que me di! Lección número 2: cuando te entran ganas de hacer pis en el campo, a falta de papel, una no se debe limpiar NUNCA con toallitas de colonia de limón anti marisco… ¡como escuece la chirla! Así que bajé por la senda no os digo cómo. O sí: deshidratada, dolorida por la hostia y con una ligera tirando a grande molestia en mis partes pudendas. Eso sí, riéndome de lo lindo. ¡¿Qué coño hacía yo allí?!
Pero por si no fuera poco, todavía me quedaba el puente romano. Tras hacer una composición de lugar, me dije que pese a que eran las 14.30 de la tarde y aún no había comido ni bebido, mejor sería acabar cuanto antes y luego empezar la retirada parándome en un bar de carretera para deleitarme de su amplia oferta gastronómica toda con moscas y su aire acondicionado moviendo el aire viciado de fritanga. La decisión estaba tomada… ¡a por el puente!
Llego al lugar indicado. Un lugar estupendo en mitad de la nada sin ninguna sombra ni presencia de vida animal, bien sea educada o salvaje. ¡Vaya!, no hay puente. ¿Me habré equivocado? Cojo el coche. Para arriba y para abajo. El puente no aparece. Salgo. Camino un poco. El puente no aparece. Cojo el coche. Para arriba y para abajo. Salgo. Camino un poco. El puente no aparece. Empiezo a mosquearme. Cojo el coche… cojo el coche… ¡Uy! Parece que no arranca. Bueno, parece que arranca pero no anda. Salgo del coche. ¡Uy!, ¡mira tú por dónde! Parece que me he quedado atascada en mitad de la nada, sin agua y a 50 grados a la sombra en un banco de arenas succiona coches.
Estudio la situación. No existe nada que pueda socorrerme ni parece que por ahí vaya a pasar un alma en décadas. Para entonces seré una pordiosera con el pelo largo blanco y las uñas sucias encorvadas, sin dientes y con mirada perdida. Los buitres empezarán a merodear en breve acechantes sobre mi cabeza… ¡basta! ¡Pensamiento proactivo, Laura! Así que cojo un palo y empiezo a excavar. ¡Y yo qué sé! No se me ocurría otra cosa. Recuerdo que la temperatura exterior es altamente elevada y yo voy de negro. No hay nada que hacer. Cada vez que arranco el maldito coche se hunde más. ¡Me odia! En un alarde de fuerza descomunal, intento mover sola el coche. No se mueve ni un ápice, lógicamente. ¿Qué esperaba? Quiero llorar y se me ocurre llamar a un amigo por si tiene alguna solución. Es carpintero, ¿no se supone que tienen que saber de coches? Parece ser que no. Y a mi que me parecía tan lógico en aquel momento… Quiero llorar un poco, pero sé que no me servirá de nada.
Comienzo a caminar hacia alguna parte. Lo único que hay es una autopista llena de camiones con camioneros dentro (de otro modo, sería un susto terrible). Ante la expectativa de acabar con las piernas detrás de la oreja en la cabina de algún vehículo longo, decido caminar y buscar otras opciones. Diviso la señal de una gasolinera. Voy. ¡Mierda! La gasolinera está al otro lado de la autovía. Al otro lado de la valla. Veo una persona. Le grito. ¡Socorro! El chico me mira y alucina. Mantengo, o eso intento, establecer una conversación con el lugareño interrumpida por miles de camiones pesados con mis posibles violadores al volante. No me entiende y tampoco puede hacer nada. Una valla y una autopista nos separan irremediablemente. Vivo en mis carnes el efecto barrera…
Comiendo a caminar hacia el coche. Por lo menos esperaría la muerte dentro. La boca es de esparto. Mi ánimo de mantequilla. Y la mantequilla se derrite con el sol. ¡Qué calor! Pero… ¿qué es aquello que reluce en lo alto del castillo? Es un pájaro, un avión, un satélite un platillo. No, ¡¡es una furgoneta de una empresa de reparación de aire acondicionado avanzando por los cultivos!! Le hago señas sin pensar en la estampa que me gasto. Llega hasta mí. Es un chico muy apuesto que me mira con cara de espanto. Pese a eso, porque es la persona más maravillosa del mundo, decide ayudarme. Vamos al coche y comienza a excavar, se tira al suelo, pone piedras, saca una cuerda, la ata al eje, la ata a su coche, arrancamos y… ¡¡¡¡el coche fuera!!!! ¡¡¡¡Llevo dos horas desesperada pero el coche está fuera!!!! Le amaría eternamente si no amara a otro. Querría abrazarme a él y retozar en la arena si en realidad no quisiera abrazar y retozar en la arena con otro. ¡Es el héroe de la campiña albacetense!
Y así me vuelvo a casa. Sin puente, deshidratada, escocida, llorosa, sucia y cansada. ¡Trabajar no es nada bueno!
viernes, 2 de septiembre de 2005
Cuestión de bragas
Tengo la regla. No soy una persona ordenada ni metódica. O sí. Pero sólo para ciertas cosas. Por eso quizás no entiendo porqué hay chicas que tienen en su cajón un apartado especial de bragas para “cuando tienen la regla” y otras para uso cotidiano. Y normalmente las de la regla son un trapo cochambroso medio roto desteñido.
Cuando tengo la regla me siento sucia. Pringosa más bien. Todo es aparatoso. Siempre pienso en la extirpación de órganos internos cuando me viene. Por eso, si cuando voy al baño y lucho para limpiarme mientras sujeto el tampax usado e intento meterlo en algún recipiente que normalmente tengo a mis espaldas (que además tiene pinta de ser un arsenal cargado de enfermedades venéreas completo) mientras me tiemblan las piernas que me sujetan en volandas para orinar sin tocar nada, si además tengo unas bragas asquerosas, me deprimo más.
Los detergentes han evolucionado. Lo limpian todo y lo dejan oliendo bien. Son unos elimina manchas estupendos. La sangre no es corrosiva. No perdura para siempre. Se va con el ciclo de lavado habitual. ¿Por qué no usar entonces las bonitas para animarte en esos días del mes en los que quieres que te administren por vía venérea una dosis sobrenatural de testosterona, a ver si te pasas al lado contrario y además de no tener la regla empiezas a ser persona barbuda de pensamiento simple y comportamiento básico?
jueves, 1 de septiembre de 2005
Cibernosis abandonada
¡Uy!, no sé qué me pasa pero he sido totalmente abandonada por la fiebre cibernética. Me paso horas en casa pero no enciendo el ordenador. Solo quiero irme a la playa y mirar el horizonte y poner la antena a la conversación de la ciudad-sombrilla que se han montado los de al lado y hacerme un peeling natural cada vez que me doy crema mezclada con arena y entretenerme en quitarme la arena de los pies cuando estoy seca y sé que por ello me voy a ir al agua en breve y dormir a la sombra escuchando los sonidos tan extraños que interrumpen al mar…
Estimada de tal
Querida Guisante,
Ya te dije yo que lo de El Conde de Montecristo era un fiasco y que el libro no prometía. No vamos a desvelar a nuestros lectores el final de semejante tostón de la literatura pero he de decir, que de todas las cosas, casi mejor que acabara de esta forma que tanto te indigna. ¡La otra me habría hecho romper el libro y quemarlo en un alarde de rito satánico!
Te recomiendo, no obstante, que te dejes bucear por la corte del Rey Arturo y su familia. Me estoy leyendo Las Nieblas de Avalon y pese a que al principio me costó no apartar la mirada de las páginas y perderme en extraños derroteros, al final ha acabado eganchándome y hasta me dan ganas de leer y todo. Tiene el lote completo: conspiraciones, amores sin freno, sexo, magia, traiciones, guapos, feos, celos, envidias, amistad, perdón y venganza, sueños... Y todo esto en un maravilloso volumen para pillarse una escoliosis en toda regla. ¡Un reto perfecto para dos psicópatas como nosotras!