martes, 19 de abril de 2005

Almas grises

Philippe Claudel

Vi que el rostro de Jósephine se ponía rojo como un tomate y sus ojos relucían con un brillo asesino. Si llega a tener a mano un cuchillo o una pistola, le da el pasaporte a Mierck, por la vía rápida. Cada día, sin ni siquiera darnos cuenta, matamos a mucha gente, de pensamiento y de palabra. Bien mirado, al lado de todos esos crímenes abstractos, los asesinatos reales son escasos. El equilibrio entre nuestros deseos culpables y la realidad absoluta sólo se da en las guerras.

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