jueves, 24 de febrero de 2005

Nevaba ayer


Ayer estaba nevando en Madrid, pero no un poco. Estaba nevando y todo estaba blanco, los tejados eran de nieve y había cuajado como para poder coger bolas y lanzárselas a cualquier amigo mientras reías. O aprovechar la tontería para lanzarla con algo de saña al pelota de la oficina cuando salías a medio día a tomar el café con todos. La nieve había caído y con ella se podía hacer el bien o el mal. ¡Será jodía! Tengo en una mano el peso de toda mi conciencia. No sabía que era blanca, fría y que se derritiera.

Hoy ya brilla el sol y la nieve se ha ido, esfumándose en forma de agua por los submundos pero con la idea en la cabeza de volver a congelarse en la estratosfera, o cualquiera de las esferas atmosféricas, y volver a teñir de blanco otra cuidad en la que el sol se despiste. Se derrite pero no se destruye. La nieve de ayer de Madrid, puede estar cayendo hoy en Dinamarca. Fascinante esto de los ciclos y los bucles de la naturaleza.

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