lunes, 7 de febrero de 2005

Insomnio inducido


Cuando tengo insomnio inducido, es decir, cuando mis propios pensamientos no me dejan pegar ojos porque no paran de rodar y rodar, pues me pongo a imaginar palabras. Adoro las palabras con toda mi alma. Elijo una letra al azar del diccionario y entonces tengo que empezar a pensar todas las palabras (cuantas más mejor) que empiecen por esa letra. Y lo hago despacio, porque si no te quedas en blanco enseguida y el blanco-vacío es el color de fondo que más les gusta a esos pensamientos rotatorios para aparecer en escena. Los demás colores los echan.

Elefante. Elegante. Envidioso. Estiramiento. Electrón. Envergadura. Espina. Espinaca. Esterilla. Egipcio. Esmirriado. Etimología. Espiral. Encurtido… Eso sería la letra “e” y las reglas dicen que pueden mezclarse todo tipo de palabras, es decir, verbos en todos sus tiempos, adjetivos, nombres… no importa porque a mí me caen bien todas.

Y entonces me imagino que estoy en una habitación blanca-llena, blanquísima, cerrada a cal y canto para los pensamientos recurrentes pese al color (porque es blanco-lleno), vista desde arriba. Me encanta esa habitación porque hace calorcito y yo voy en manga corta. Y de lo blanco que es todo, no se distingue dónde acaba el suelo y dónde empieza la pared. Y entonces, cada palabra que pienso, la tengo que visualizar en ese cuarto, conmigo. Si es un elefante, pues de repente aparece un elefante y yo me subo arriba y me parto de risa. Y si es un electrón, empieza a rebotar por las paredes y me tengo que agachar para que no me de, cosa que es divertida. Y si es esmirriado de repente me quedo delgadísima y me muero a carcajadas de la pinta que tengo. Y todo eso tengo que hacerlo en silencio, no vale hablar. Solo vale el ruido de la risa que me entra.

Porque claro, la yo que está dentro de la habitación, no sabe qué palabra le va a caer. Todo es muy deprisa y no me da tiempo a avisarla antes de que aparezca. Y además tampoco lo haría porque se me ve muy contenta y divirtiéndome de lo lindo en esa sala blanca con tanta sorpresa.

Otras veces, me sorprendo porque de repente todas esas palabras toman sentido. El otro día, me sorprendí reflexionando sobre la palabra “ataque”. “Ataque preventivo de la URSS” es la misma palabra que “ataque de risa”. La misma palabra. Y no me había dado cuenta porque, como muchas otras, la uso así, en paquete y sin darme cuenta de que quiere decir lo mismo. O que tiene el mismo recipiente al menos. Ataque. Ataquísimo.


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