miércoles, 23 de febrero de 2005

Hacienda, colas y ventanillas.


El otro día me tocó irme de peregrinaje por los oscuros y fríos fondos de la Administración, en forma de oficina de Hacienda. No vayáis nunca si podéis evitarlo.

Entro en el garito dispuesta a comerme el mundo y los procesos burocráticos de un golpe. Me acerco a la ventanilla de información con la mejor de mis caras de contribuyente indefensa. “¿Ha traído usted la autorización del representante legal?” ¿Mande? “¿Ha cumplimentado usted ya el modelo 538/K/2LK?” ¿Ein? “Ande, coja un ticket, póngase a la cola, compre el formulario, coja otro ticket otra vez, de vuelta a la cola, espere mientras rellena todas las casillas con preguntas extrañísimas y luego, si se atreve, entréguelo a cualquier funcionario con cara de acelga, con una muestra reciente de su orina, sus notas de 5º de EGB y haga el pino puente en el pasillo mientras sacude alegremente las orejas”. ¡Coño, me ha vuelto a ganar en tres simples asaltos! Sencillo como la vida misma. ¿Por qué? Pues porque la Admón. está al servicio de todos los ciudadanos, tú incluido. Pero no flaqueo. Si hay que hacer el pino puente, lo hago. Del barco de Chanquete, no me moverán.

Me siento en la silla y hago lo que puedo con el formulario. Diviso a mi adversario que hace como que trabaja dando golpes a las teclas de un ordenador, demasiadas veces en cada tanda. Pese a que es un hecho conocido por todos que por mucho que te prepares con anterioridad lo que te piden y por mucho que lleves la fotocopia hasta del DNI del portero de tu finca, nunca (pero nunca, nunca) tienes todos los papeles necesarios, repaso mentalmente la cantidad de documentos que tengo en la carpeta. ¡No existe nada más que me puedan pedir! Me sonrío a mi misma. Miro alrededor y me detengo a observar de soslayo cómo el señor de mi derecha se saca con alevosía los mocos y luego ¡los hace pelotillas y los lanza al aire! (hecho verídico). ¿Es que el aburrimiento hace perder a al gente la dignidad o qué? Esta locura momentánea de mi vecino, que a priori parece alguien decente, me hace inferir que me queda para rato. Intento pensar en algo divertido, divisar algún guapo en la sala. Un juego de palabras, un juego de palabras, Laura… ¿Repaso la tabla del 8? Vamos a inventar una vida para cada una de las personas que están sentadas… Intento fallido de divertirme con el muestrario que tengo, con lo que vuelvo al dilema inicial del moco e intento sacarle partido. Imagino el recorrido de la pelotilla de moco en este mundo, como se pega a una suela de zapato, es barrido por una escoba, pateado por otra persona... Tras elaborar cadenas de tres o cuatro eslabones, la idea del moco peregrino tampoco da para tanto. Cuento las columnas que sujetan el techo para que no se nos caiga encima y nos aplaste inevitablemente, creando una masacre humana y un claro descenso de la financiación a las arcas públicas. También es un juego finito, limitado en el tiempo por muy despacio que cuentes. Y además, te conduce a terrenos escabrosos montada a lomos de tu imaginación.

Suena la campana. Yo, el número G159 entra en escena. La batalla acaba de comenzar. “¿Formulario cumplimentado?”. Sí. “¿Acta fundacional?”. Sí. “¿Fotocopia del DNI de la Junta Directiva al completo?”. Sí. Cara de acelga empieza a recular... “¿Y el pino puente con la coreografía de las orejas?”. ¡Ja!, tres hernias discales y una degeneración del cartílago en tres lumbares. Exenta. Salgo triunfante con mi papelajo en la mano. Hoy es un día lleno de gloria.

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