Si es que a mi lo que en el fondo me encanta, es la novela policiaca. De vez en cuando me gusta empaparme de otros estilos y conocer nuevos mundos (que muchas veces me dejan boquiabierta), pero como leo los libros de investigaciones policiales, no me leo ninguno.
Esta vez, Brunetti y sus pesquisas por Venecia han sido mi telón de fondo en la línea de metro que conecta mi casa con Antón Martín. Esta es una línea de metro extraña, que se acorta o se alarga según los días y que cuando tengo una novela apasionante entre mis manos, parece que alguien se molesta en ir borrando estaciones con una goma mágica mientras aún no se sabía nada del rapto y posterior asesinato de Roberto Lorenzoni. Que lo mismo llega mi parada en medio de la excavación y el hallazgo del anillo, que en medio de la conservación con el forense a la vista de los resultados de los análisis.
Esto no me hace un buen apoyo para Brunetti en un caso tan duro como el que teníamos entre manos, pero he hecho lo que he podido y al final hemos salido victoriosos. Aunque ya le digo, que en el próximo libro, más vale que la signorina Electra le enseñe algo de informática, que es peor que yo. Anda que...
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