lunes, 31 de enero de 2005
Todo llegará
Esto me empieza a preocupar porque cuando últimamente le cuento mis problemas a la gente, pues siempre me salen con eso de “bueno, no te preocupes. Todo llegará cuando menos te lo esperes”, entendiendo por “todo” como la solución a un problema normalmente trascendental que le has contado hace unos minutos. To-do-lle-ga-rá-cuan-do-me-nos-te-lo-es-pe-res. ¿Todo llegará? ¿De verdad? ¿De dónde? ¿Y me va a doler?
Esto, que normalmente la gente te suelta o bien para darte boleto o bien porque quieren animarte, pues a mi me deja totalmente fuera de juego y se me debe quedar cara de tonta mientras reflexiono internamente sobre semejante revelación, que parece estar tan al alcance de la mano para todo el mundo pero que yo no llego a comprender en su esencia. Parece que una debería dedicarse simplemente a vivir el día a día, porque todos los problemas que puedan surgirte ya han sido debidamente registrados por el departamento de soluciones on line de tu vida y viene de camino el kit completo auto-instalable para sacarte del atolladero. Impresionante mecanismo el del destino, fíjense ustedes. Y además, el truco parece ser que no tienes que esperarlo, como si el hecho de estar pensando que quieres que se te solucione la papeleta todo el rato (oiga, es que es un problema) pues es castigado y resta puntos a la cosa. ¡Fascinante!
Y claro, una se siente una insurrecta sospechando mal de esta profecía universal. Acostándose en la cama y poniéndose nerviosa porque todo eso no llega. Las soluciones, me refiero. Y pensando que quizás, si le das una ayudita y te pones a la tarea de buscar la solución pues… ¡Pero no!, que no tienes que pensarlo, que esos seres extraños que trabajan para solucionarte la vida te van a pillar los pensamientos y pierdes el turno, y te toca ponerte a la cola hasta que de verdad llegue el momento ese el en que menos te lo esperes… ¡Pues a la porra!
Porque yo, por mucho que lo intento, pues no puedo dejar de pensar en mis problemas. Y me creo de verdad que algunos de ellos no tienen porqué arreglarse a lo largo de transcurso de mi vida. Porque no todo tiene un final feliz. Porque hay cosas que no se solucionan. Y si ahora suspiro por las esquinas porque estoy sozinha y no tengo a nadie que me espere en casa con las luces bajas, para darme los ánimos que he perdido por el camino después de tantos tumbos, o para que pueda descansar a su lado en paz, pues puede que no se solucione y puede que no lo encuentre nunca. Y así con todo lo que me preocupa. Puede que sí se solucione (en ello estamos y en ello confiamos), pero también puede que no. Porque es mentira que cuando menos te lo esperas todo llega. Y también es mentira que todo lo que tenga que ser, será. ¿O es que yo me estoy perdiendo algo de todo este montaje?
A base de trampas
Yo vivo a base de trampas. Es decir, que organizo mi vida a base de parches, o de etapas a corto plazo, que me dan la energía para seguir adelante. O la ilusión para seguir adelante. Un poco extraño. Y lo hago yo creo desde que tengo uso de razón.
Es como si siempre tuviera que tener algo en la retaguardia, un as bajo la manga que me recordara por qué estaba yo ilusionada. Por ejemplo, si el sábado voy a una fiesta de un amigo con gente que me cae bien, pues esa es una etapa y entonces, de aquí al sábado, estoy ilusionada y contenta. Si me voy de viaje en unos días con unos amigos de la asociación, pues lo mismo. Si me van a venir a ver amigos de lo más lejano, pues igual. Y así, poco a poco, voy cubriendo mi tiempo vital con pequeñas etapas que me apetece vivir.
Y yo me pregunto por qué haré eso. Hay veces que me da la sensación de que debe ser que la vida no me parece suficiente para vivirla sin más y que necesito todo el tiempo estar ilusionada por algo. Como extra estímulo para todo. Hoy por ejemplo, me he dado cuenta de que no tengo nada pendiente de aquí en breve y estoy medio mustia, medio perdida en una vida plana, que no sé ni a donde lleva ni nada. Esto me ocurre muy pocas veces. Y ya me he descubierto más de una vez a lo largo de la mañana intentando buscar un evento al que engancharme, una motivación externa. Porque si no, estoy en una situación de peligro en la que puedo o bien empezar a imaginarme lo que me gustaría que me pasara (craso error, porque lo que me gustaría que me pasara no me pasa nunca) o bien ponerme de mal humor y dejarme vencer por la apatía.
Me parece que estoy como una chota.
domingo, 30 de enero de 2005
He tenido fiebre
Llevo dos días sin salir de casa, más aburrida que un pimiento. Eso es porque tengo fiebre y he tenido que quedarme en la cama a sudar y esas cosas, a ver si por fin me ponía otra vez buena. No me ha gustado.
Hacía por lo menos 20 años que no tenía fiebre y la verdad, no me importaría estar otros 20 sin tenerla. No por el malestar ni eso, sino porque es tremendamente aburrido estar en la cama sin hacer nada. Nada más que dejando pasar el tiempo y sin poder atender a todas las obligaciones que tienes. Ni siquiera tienes la lucidez necesaria para ponerte a pensar en tu vida, yo qué sé, en temas atrasados, o para pasar un tiempo contigo misma. Porque estás como blandengue, como en una nebulosa.
Odio aburrirme.
jueves, 27 de enero de 2005
La distancia
Dice Caetano Veloso que la distancia no es el olvido, que él no concibe esa razón porque él seguirá siendo el cautivo de los designios de su corazón (del de ella). Y yo también pienso que la distancia no es el olvido, pero es una porra.
Yo tengo un amigo allende los mares. Lejos, muy lejos. Tanto que cuando él se acuesta a dormir, pues yo casi casi estoy por levantarme. Así que ni siquiera coincidimos en el tiempo. Vivimos literalmente en mundos diferentes. Y eso nos tiene negros, sobre todo a él.
Y es verdad que pese a toda la distancia que hay entre nosotros, pues nuestra amistad sigue siendo sólida, a prueba de titanes. Pese a que hemos pasado el 99,9% del tiempo separados, dejando solamente el 0,1% restante para poder abrazarnos y mirarnos directamente a los ojos, nos seguimos queriendo en esa maldita distancia que nos separa.
La distancia. Enorme. Capaz de acortarse con palabras pero alargarse puesta en mapa. Capaz de hacerse pequeña con los correos pero gigante cuando le necesito a mi lado.
Ya somos dos
Por procesos de fisión nuclear demasiado complicados para detallar ahora, el guisante pensante ha sufrido una bipartición y se ha convertido en dos. Ha sido un proceso de reproducción por esporas, lento y doloroso, monitorizado en todo momento por el equipo móvil entre Portugal- España-Suiza, tan lejos, tan cerca. El guisante pensante ha dejado de sufrir su síndrome bipolar.
Ser feliz no es ser lela
Creo que no me gusta la gente que no tiene ganas por vivir. La gente de la que hay que estar tirando continuamente para que haga algo, para que se interese por lo que le rodea, la gente que pasa caminando por su vida como si fuera una cinta transportadora sobre la que no tiene que hacer ningún esfuerzo. Esta gente me cansa y además, me hace sentir un poco idiota.
Yo tengo miles de defectos y me odio con una exactitud y una concisión que me sacan de quicio. Me conozco y no me perdono una. Pero también de vez en cuando me despisto y me reconozco algunas virtudes que me hacen la vida más llevadera, ¡qué leche!, y que me permiten tener la fuerza de salir por ahí y relacionarme con mis semejantes. Y una de esas virtudes es que tengo una capacidad innata para interesarme por la vida. Con todo lo que ello conlleva. Y de reírme y de querer verlo todo y de sentir la necesidad de conocer cómo va esto del mundo. Eso no quiere decir, no obstante que haya veces que no me sienta triste. Eso es otra cosa.
Y lo que menos me gusta de la gente que tiene pocas ganas de vivir es que cuando te ven contenta y alegre, ilusionándote por cualquier cosa, te miran por encima del hombro y parece que piensan que eres medio lela, como si no le dieras importancia a la pesadumbre de la vida, o no fueras capaz de entender lo profunda y dolorosa que es. “Ay, pobre, mírala qué graciosa tan inocente ella”. Y tus problemas son memos porque siempre puedes sacar la varita mágica del optimismo y arreglarlo todo como por arte de magia. ¡Por arte de magia! ¡Madre mía!
Pues lo que yo quiero decirle a la gente que se deja vencer por el pesimismo cada mañana, que siente en sus carnes el dolor de la vida, es que a mi me parece que son un poco flojos. Que lo más fácil en esta vida es dejarse llevar por el abatimiento y sentirse triste, incomprendido y pensar que no hay lugar en el mundo para ti. Incluso te da un aire de culto y trascendente. Pero que el ejercicio de autocontrol de pasar por encima de eso y verlo todo de otro color, intentar avanzar para que todo se solucione… es tremendamente más complicado. Y que para nada significa ignorar la realidad ni ser lela. Y que los que intentamos ser felices, también podemos tocar el entendimiento del mundo.
¡Ale!, ahí queda eso.
SONE NO YOSHITADA (mediados del s.X)
wataru funabito
kaji wo tae
yujue mo shiranu
koi no michi kana
igual que un marinero
que cruza sin timón
el estrecho de Yura,
desconozco el camino del amor
y la medida de su profundidad
(Amor, Shinkokinshû)
FUJIWARA NO ATSUTADA (906-943)
nochi no kokoro ni
kurabureba
nakashi wa mono wo
amowazarikeri
si los comparo
al sentimiento que me embarga
después de haberte conocido,
mis antiguos tormentos
me parecen insignificantes
(Amor, Shûshû)
FUJIWARA NO YOSHITAKA (954-974)
ashikarazarishi
inochi sae
nagaku mogana to
amoikeru kana
antes no me importaba
perder mi vida por tu amor,
pero ahora, después de nuestro encuentro,
deseo ardientemente
que no se acabe nunca
(Amor, Goshûishû)
martes, 25 de enero de 2005
Estoy preocupada…
Mi salud mental
Estoy un poco preocupada por mi salud mental. Antes era una de esas personas a las que no les gustaba nunca nadie, la típica amiga rollo que se enamora de uno y dale que dale con el uno, como si no hubiera más nadie en el mundo sobre la tierra andante ni flotante. Y mis amigas en plan, “que diversifica, que eres una estrecha, que así no hay quien viva, que Laura, que no, que tú siempre enamorada de amores imposibles, que eres una romántica, que hay muchos chicos en el mundo y no se puede ser monofuncional, como tú, y ese chico al que le gustas tampoco está tan mal…” Pero a mi no me salía. Que sólo tenía abierto un canal del gusto y cuando estaba focalizado en uno, pues los demás no existían. Pero ahora me pasan cosas raras porque de repente me gustan varios. Y yo no sé qué hacer, porque no sé por quién sufrir y suspirar. Por supuesto que todavía no he refinado la técnica y me siguen gustando chicos imposibles, que normalmente pasan de mí o que no se enteran nunca jamás que me muero por sus huesos, porque por supuesto, todavía sigo siendo enormemente tímida. O peor aún, todavía sigo sin enterarme nunca de que yo les gusto a ellos si ocurre, a no ser que definitivamente, se me lancen a la yugular cualquier noche de luna llena. Pero vamos, que estoy cambiando por lo menos en lo de no focalizar el tema. Y no sé cómo se llevan estas cosas.
lunes, 24 de enero de 2005
Lisboa
Este fin de semana he estado en Portugal y me ha gustado mucho. Me lo he pasado muy bien.
En Lisboa, las aceras y la calzada son de empedrado, pero no como el de aquí sino que dejan espacio entre medias. Yo creía que era para lo de aguantar más a las diferencias de temperatura y esas cosas, pero Sergio me ha dicho que en Lisboa no hiela. Es por lo del mar.
En Lisboa, un amigo de Nuno me dijo que en Madrid lo que le agobiaba era que el horizonte acaba muy cerca. Que no podía expandir la mirada al frente. A mi me impactó esa frase y se me ha quedado grabada en la memoria. Ahora también forma parte de Lisboa. Hice turismo por sus palabras. Y es verdad que en Lisboa hay sitios para mirar todo desde arriba. Y sientes que la vida es grande, grande.
En Lisboa hay un río enorme que para una mujer de secano como yo, parece a veces el mar. Si te abstraes me refiero. Y tienen un oceanográfico con una manta enorme, que me pasé horas mirando. No podía parar. Me senté en un banco, en frente de una pecera enorme, y me quedé hipnotizada. Ella es algo espectacular que me recuerda lo mucho que me gusta el mar (aunque solo de día porque por la noche, es una de las cosas que más miedo me da y no puedo pensar en ello). Y luego, cuando sales y entras, hay un techo de olas de madera en la que hay carteles que dicen cosas tan, tan bonitas como:
“No océano profundo existe vida sem a luz do sol”
Y también:
“A àgua salgada do Océano, com a sua vasta superficie e volume, é a sangre do nosso planeta”
Y esto hay que imaginárselo dicho en portugués bonito. Un portugués que yo no sé pronunciar y que hizo reír a Nuno. Reírse de mi porque tengo lengua de trapo, mientras se bebía su café sólo muy negro y yo tiraba el té sobre la mesa.
En Lisboa hay un puente enorme blanco, blanquísimo, que avanza sobre las aguas del río Tajo. Es muy largo. Y cuando uno va por encima, pues no puede mirar a los lados porque corre el riesgo de caerse y mojarse entera. O de chocarse con otra persona de otro coche. También hay que estar atenta, porque a la mínima coge una la carretera equivocada y se va para el norte, que es una dirección distinta a la que conduce a Madrid. A Madrid se va de frente, hacia Setúbal y luego Évora. Eso lo sabía Nuno y me lo dijo despacio, para que yo lo entendiera y no me olvidara en seguida. Y eso me gustó. También me gustaría mucho que cogiera esa dirección y viniera a Madrid pronto.
En Lisboa están Sergio y los amigos de Sergio y a veces van a su casa, que es vertical y muy chula, y otras salen por ahí. Y son gente muy simpática que en seguida te hacen sentir contenta. Y luego te llevan a bailar canciones del ayer. Y es divertido porque los portugueses, por lo menos de ese bar, no bailan muy bien. Y hay algunos que parecen Camilo Sexto con su injerto de pelo y todo. Camilo Sexto feliz. Y luego te enamoras de un Belga y decides que es el futuro padre de tus hijos. Pero luego se va y ya no hay más de esa historia. Por mucho que luego le esperes en Madrid.
En Lisboa hay un monasterio que tiene un claustro que quita el hipo. Las piedras están talladas hasta el mínimo detalle por hombres que hace años, en el 1500 y pico creo, hicieron eso con sus manos. Eso me impresiona siempre muchísimo y me hace pensar que todas esas piedras, no son más que energía en realidad. Energía de todos esos hombres trabajando. Impresionante. Y hay gárgolas de todo tipo, incluso de un saltamontes y de un dragón que echa fuego de piedra. Y Sergio me llevó a verlo y yo estaba contenta de estar con Sergio y en un sitio tan bonito. Y vimos una carpa blanca en la que muchísima gente más o menos mayor bailaba con las personas que les gustaban o de las que estaban enamoradas mientras la banda tocaba. ¡Qué bonito me pareció eso! También me tomé un pastelito de nata buenísimo. Con azúcar glace y canela.
En Lisboa decidí que Lisboa me gusta. Mucho. Ahora Lisboa está en mi lista del mundo de lugares en los que me quedaría a vivir.
Gente riendo
He intentado hacer una composición de unas cuantas sonrisas de amigos, pero no sé por qué me ha salido a lo Andy Warhol. Mmmmmm... curioso.
Una lista de cosas nuevas
He decidido cambiar de vida, como mi amiga, el verdadero guisante pensante. Yo también quiero una vida nueva, con nuevos proyectos que me ayuden a ser mejor persona o bueno, mejor dicho, a quererme más (que falta me hace). Entonces, he pensado que voy a empezar a hacer cosas sanas y he confeccionado una lista que puede ser ampliable en un futuro pero que de momento, van a tener esta pinta:
1.-Tengo que nadar. Porque me gusta mucho, porque luego cuando estoy en el agua soy feliz y me siento libre. Porque es un deporte que hago sola, yo conmigo misma. Y además se hace en silencio (más o menos) y a mi me encanta el silencio. Y porque tengo que cuidarme la espalda, pero esa es la parte gris que no me gusta de este punto de la lista y que voy a ignorarlo.
2.-No voy a morderme los dos dedos que me destrozo cuando los nervios o las preocupaciones me llegan. Si fui capaz de dejar de morderme los otros ocho, esto tiene que ser chupado.
3.-No voy a ponerme el chándal más de lo necesario. Es decir, que aunque trabaje en casa, voy a intentar estar medio decente y sobre todo, no bajar a la calle con cualquier cosa puesta por las tardes cuando quedo con mis amigos. Ya sé que estas cosas me dan igual y que soy capaz de plantarme en la discoteca más fashion de Madrid con las chanclas puestas, pero no se puede hacer más.
4.-Voy a seguir comiendo sano, porque tengo que adelgazar lo más posible por lo de la espalda. Pero esa razón no me gusta, así que digamos que voy a adelgazar porque quiero sentirme más guapa y ponerme algunos modeletes ahora que me voy a quietar el chándal (quien sabe, lo mismo hasta me da por enseñar algo, jaja).
5.-Voy a intentar no perder las cosas y acordarme de todo. Esto no tengo aún exactamente planeado cómo voy a conseguirlo, pero ya veremos. Para los que bien me conocen, sabrán que va a ser una dura tarea.
He pensado que tipos de listas así he hecho miles en mi vida y que si verdaderamente quiero una vida nueva, tengo que introducir una novedad. Y se me ha ocurrido una de las buenas. Esta vez, si no consigo hacer algo de la lista de las cosas que me he propuesto no va a pasar nada. Es decir, que no me voy a enfadar conmigo misma ni a utilizar la excusa para automachacarme y esas cosas, sino que esta vez, si algo no me sale o no consigo sacar las fuerzas para no flaquear, no importará. Me diré que es normal que no pueda con todo y que, cuando uno se cae, no hay nada más que levantarse y empezar de nuevo. No está mal la idea.
Sueños de guisante II
Era genial, muy real, y yo me pregunto de dónde saca el cerebro la información para de pronto ponerte a pilotar un helicóptero, casi como Trinity en matrix cuando le preguntan si sabe pilotar uno y ella dice “-not yet.” Ahí estaba yo, subiendo y bajando y moviéndome por todos lados con mi helicóptero por la ciudad, con ayuda de una palanquita, una especie de joystick (por cierto que de la etimología de joystick también se podría hablar largo y tendido, por que a mi me suena a palito de la alegría…). Una cosa es cierta, pilotar mola mucho más que conducir en sueños.
Todo se ha estropeado cuando me he interferido a mi misma en el sueño, pensando: -¡qué genial, vaya sueño más chulo!-. Me he emocionado demasiado y creo que me he desconcentrado, el caso es que de pronto ya no estaba en mi flamante helicóptero sino que tenía que escapar de un campamento de prisioneros de la edad de piedra. Salía de una cueva, pasaba por debajo de un arbusto y corriendo me metía en un restaurante tipo trattoria (¿?) y cuando venía la mala, por que era mala, a cogerme, le pegaba en la cara con una berenjena…
jueves, 20 de enero de 2005
Giro dramático
-Érase una vez- comienza él suavemente- una conversación entre los planetas. Todos estaban cansados de tener que girar siempre alrededor del sol, y querían explorar otros mundos. Intentaban a veces alejarse un poco de esta estrella tan mandona, y por momentos lo conseguían, pasando algunos meses más lejos, aunque siempre volvían a acercarse de nuevo.
Una vez, aprovechando una alineación de planetas muy especial, todos se marcharon, en fila india, hacia nuevas galaxias. Y todos los habitantes de la tierra murieron-.
-¡¿¿QUÉ?!!???- exclamo yo horrorizada. -Claro, de frío- responde él como si fuese lo más normal del mundo… y yo que quería un cuento que me ayudase a dormir…
martes, 18 de enero de 2005
Volando voy...
No fue fácil, pero lo consiguió.
Y desde allí, venciendo la resistencia del aire, observó el mundo con sus ojos multifacetados.
Podemos imaginar muchas pestañas batiendo atónitas, mirando la calle, el bosque, el gris, el verde, el azul, precipitarse hacia ella suavemente.
Esos pelillos de mosca peinados hacia atrás por la velocidad del viento y la sonrisa de viaje puesta. Hmmm… ¿Cuándo nos vamos?
domingo, 16 de enero de 2005
Sticky toffee pudding
Esta es una receta que ha viajado conmigo desde mi otra vida, que se desarrollaba en Edimburgo. Mi compañera de piso Andrea, que se casará en octubre de este año con Billy, la hacía muy, muy bien y yo me la comía mejor aún.
sábado, 15 de enero de 2005
El miércoles hay una cita a ciegas
¡Madre mía! Este mismo miércoles tengo una cita a ciegas con un chico que se supone que es el príncipe azul, el perfecto padre de mis hijos que por fin me dará la prole que siempre he deseado y me llenará de orgullo y satisfacción matrimonial. Porque sí, señores y señoras, me temo que ha llegado el momento ese patético de mi vida en el que mis amigas empiezan a buscarme novios supuestamente perfectos para mi y a organizarme improvisadas citas a ciegas a las que ellas, por supuesto, acuden para ver en primera fila toda la gama de sensaciones e incomodidades por las que paso cuando por fin el encuentro con mi esperado príncipe azul se materializa.
Y claro, ayayayayayayyyyyy….ahora las dudas son múltiples. ¿Qué hago el miércoles? ¿Me pinto la raya y la sombra de ojos antes de salir de casa o eso es arriesgarse mucho por si él aparece con chándal? ¿Me llevo el cepillo de dientes en el bolso y un par de bragas por si el milagro está por ocurrir o me hago la púdica? ¿Me echo suavizante en el vello púbico (yo qué sé, esto lo leí en un libro de treinteañeras)? ¿Me preocupo en quitarme los pelos de allá dónde están y no deberían, o paso de todo? Arrrgggg, todo son un montón de interrogantes que en fin, al final, bien sea con bragas y cepillo pero sin sombra, con sombra pero con pelos y sin muda, sin raya ni sombra y además sin muda, no me van a servir para nada. Y lo del suavizante me temo que ni digamos.
Porque al final lo que me llevo siempre es mi idea de lo que es el príncipe azul que YO quiero. Y entonces no entiendo por qué el chico que tan perfectamente cuadra con mi perfil no habla portugués con acento brasileño si es posible, ni tiene los ojos verdes, el pelo muy negro y la piel oscura. ¿Es eso tanto pedir? Y por qué, además, el ambiente no acompaña la situación y lo único que hago es desgañitarme para hablar con él por encima de la música mientras esquivo sus proyectiles de salivilla y él hace lo propio cuando intercambiamos palabras absurdas mientras deseo fervientemente a ese chico anónimo que está hablando con otra (pilingui, más que pilingui) y pienso que acorralarme en el baño y negarme a salir con el objetivo de colarme por el desagüe como por arte de magia, a fin de cuentas, no sería una opción tan, tan mala. Seguro que hay casos documentados.
Pero mientras tanto, y como obviamente reflexiono y después de hacer cálculos me percato de que no quepo por el entramado de redes de fontanería del local (muchas vueltas y muchos mareos antes de llegar a casa), lleno y lleno el vacío con palabras y más palabras. Mientras él me mira con cara rara y piensa para sus adentros por qué, si se supone que soy la chica de sus sueños, no tengo una sonrisa de marfil ni tengo el pelo rizado tirando a castaño y por qué no llevo la camiseta roja, ese color que a él le gusta tanto. ¿Es eso tanto pedir? Y también él estudia en silencio cómo saltar por encima de la barra y coger a la camarera por banda y empotrarla contra la mampostería que sujeta las botellas de Martini y otros espirituosos (bueno, ellos son siempre más sexuales y las hormonas les funcionan mejor).
En fin, que la vida está llena de desencuentros pero, ¡¿qué sería la vida si todo fuera tan fácil?! Ja, ja, prometo una versión detallada del encuentro.
Ganchillo
Es curioso lo limitada que se encuentra una a veces, lo mucho que me sorprende darme cuenta de que por más que me empeñe, el mundo no está ordenado y no responde a unas pautas que me explicaron hace tiempo.
Últimamente, me he aficionado al ganchillo. Esto no quiere decir que se me de bien o ni siquiera que haya cogido cierta soltura al hacerlo, sino que me interesa aprender y practicar el tema. Cosas de una. Y como el otro día fui a la Casa del Libro a comprarme una guía o algo para empezar a hacer mis pinitos en la materia y no había nada de nada que no fuera punto de cruz (y la humanidad debería odiar el punto de cruz) o bordados (libro que de paso me llevé para una posible futura edición de paranoias mías), pues me he puesto a mirar en Internet.
Y todos sabemos que Internet abre fronteras. Pues resulta que me he encontrado que en una página de lo que parece o dice ser un mexicano, hay un link llamado “El caos matemático del ganchillo” que resulta que por maravillas de la técnica te reconduce a una página de unos tipos ingleses con un solo clic. Y esos tipos ingleses, Dr Hinke Osinga y Professor Bernd Krauskopf, han desarrollado una especie de maqueta hecha con 25.511 puntos de ganchillo (85 horas de trabajo) para representar la ecuación de Lorenz (a saber) que describe sistemas naturales caóticos tales como puede ser el de un río turbulento.
Es que es fascinante. Es increíble como las personas viven las cosas y la cantidad de mundos que hay en este mundo. No me puedo creer que lo que es para mí una actividad relajante, predestinada a la creación de bufandas y tapetes de reposabrazos de sofá, para otra persona sea una cosa totalmente diferente, algo que en su mente se concibe totalmente distinto al concepto que para mí, inconscientemente, acompaña a la palabra “ganchillo” y que salta como un resorte cuando la pronuncio.
En fin, que esta es una reflexión que me asalta muchas veces y que me fascina. Me tiene totalmente maravillada. Es una reflexión que tiene infinitas facetas, que está por todas partes y que se aplica tanto a actividades como el ganchillo como a objetos cotidianos, a una botella de coca-cola, a las relaciones personales y en definitiva, a todo cuanto nos rodea. Tampoco la sé explicar muy bien, no sé poner en palabras lo que pienso o cómo daros un ejemplo de qué es exactamente lo que me pasa por la cabeza cuando esto me sucede. Es, no obstante, un tema pendiente para tratar en futuras ocasiones. Ya se me irán ocurriendo ejemplos.
martes, 11 de enero de 2005
Hoy he ido al médico
Hoy he ido al médico y llevaba en un sobre muy grande una radiografía de mí por dentro. Entonces me he sentado, delante de su mesa, debajo de esos cuadros que avalan su sabiduría, y el médico me ha dicho algo malo. Y yo, pues he tenido que mirar al suelo. Me ha dicho que tengo pérdidas de salud. Eso es por que el sobre de la radiografía era azul y no verde, como la esperanza.
Entonces ha comenzado a detallar una lista más o menos grande, mientras hilaba un "no puedes" a actividades más o menos cotidianas y un "tienes que" a actividades más o menos rollo. En realidad, ha encerrado en una jaula verbos que antes eran libres y estaban llenos de viento. Ha secado la piscina en la que tengo que ir a nadar. Ahora Pilates tiene un fin concreto. Vaya, vaya, bocadillo de caballa.
Y entonces, hoy me he dado un día de tregua. Estoy abatida porque me da la gana. Y no lucho por ponerme bien sino que me balanceo tranquilamente en un mundo interno de silencio. También sé que hago esto porque mañana estaré animada, porque siempre lo consigo. Y veré cosas buenas de todo esto, cosas positivas que sacaré del total de esta situación. Y todo me hará más gracia aunque no deje de importarme. De hecho, estos pensamientos positivos empiezan a aparecer ya por las esquinas (por favor, ¡os queréis esperar un poco! Jolines….). Pero yo hoy quiero estar gris. Quiero darme el lujo de poder llorar por las esquinas por alguna razón. ¿No veis que es como llorar una sola vez por todo?
Sueños de guisante
Después, en el campo, de pié en una valla de piedra miraba hacia arriba y el cielo estaba cubierto por una cabeza de zorro gigante, cortada pero viva, que hablaba y cantaba canciones en plan cortilandia… Mientras tanto desde un árbol seco, un pequeño pájaro se partía de risa, y yo me reía con él…
Pero en cualquier caso, el sueño más curioso que creo haber tenido en los últimos tiempos fue el de hace algunos días, cuando estaba visitando un museo-centro comercial con amigos y de pronto aparecía el Papa, que huía de una banda de malvados del Vaticano que, con Elton John al frente, intentaban secuestrarlo. El Papa tenía un plan para escapar. Se hizo pequeño como una muñeca y yo lo escondía en mi mochila. Sólo teníamos que salir de allí y llevarlo a Barcelona sin que nos cogiesen los malos.
¿Alguien da más?
lunes, 10 de enero de 2005
Igual que vosotros
Blas de Otero
Desesperadamente busco y busco
un algo, qué sé yo qué, misterioso,
capaz de comprender esta agonía
que me hiela, no sé con qué, los ojos.
Desesperadamente, despertando
sombras que yacen, muertos que conozco,
simas de suelo, busco y busco un algo,
qué sé yo dónde, si supieseis cómo.
A veces, me figuro que ya siento,
qué sé yo qué, que lo alzo ya y lo toco,
que tiene corazón y que está vivo,
no sé en qué sangre o red, como un pez rojo.
Desesperadamente, le retengo,
cierro el puño, apretando el aire sólo…
Desesperadamente, sigo y sigo
buscando, sin saber por qué, en lo hondo.
He levantado piedras frías, faldas
tibias, rosas, azules, de otros tonos,
y allí no había más que sombra y miedo,
no sé de qué, y un hueco silencioso.
Alcé la frente al cielo: lo miré
y me quedé, ¡por qué, oh Dios!, dudoso:
dudando entre quién sabe, si supiera
qué sé yo qué, de nada ya y de todo.
Desesperadamente, ésa es la cosa.
Cada vez más sin causa y más absorto
qué sé yo en qué, sin qué, oh Dios, buscando
lo mismo, igual, oh hombres, que vosotros.
Vértigo
Blas de Otero
Desolación y vértigo se juntan.
parece que nos vamos a caer,
que nos ahogan por dentro. Nos sentimos
solos, y nuestra sombra en la pared
no es nuestra, es una sombra que no sabe,
que no puede acordarse de quién es.
desolación y vértigo se agolpan
en el pecho, se escurren como un pez,
parece que patina nuestra sangre,
sentimos que vacilan nuestros pies.
El aire viene lleno de recuerdos
y nos duele en el alma su vaivén,
divisamos azules mares, dentro
de la niebla infinita del ayer.
Desolación y vértigo se meten
por los ojos y no nos dejan ver.
Un pañuelo en el viento anda perdido,
viene y va, como un trozo de papel,
y lo lavan tus manos con las lágrimas
que nuestros ojos han vertido en él.
Desolación y vértigo se juntan.
Parece que nos vamos a caer,
que nos ahogan por dentro. Nos quedamos
mirando fijamente a la pared,
no podemos llorar y se nos queda
el llanto amontonado, de través,
nos tapamos los ojos con las manos,
apretamos los dedos en la sien,
sentimos que nos llaman desde lejos,
no sabemos de dónde, para qué…
domingo, 9 de enero de 2005
Contigo
Yo no quiero un amor civilizado,
con recibos y escena de un sofá
yo no quiero que viajes al pasado
y vuelvas del mercado con ganas de llorar.
Yo no quiero vecinas con pucheros
yo no quiero sembrar ni compartir
yo no quiero catorce de febrero
ni cumpleaños feliz.
Yo no quiero cargar con tus maletas
yo no quiero que elijas mi champú
yo no quiero mudarme de planeta,
cortarme la coleta y brindar a tu salud.
Yo no quiero domingos por la tarde
yo no quiero columpio en el jardín
lo que yo quiero, corazón cobarde,
es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor, cuando no muere mata,
porque amores que matan nunca mueren.
Yo no quiero juntar para mañana,
no me pidas llegar a fin de mes,
yo no quiero comerme una manzana
dos veces por semana sin ganas de comer.
Yo no quiero calor de invernadero,
yo no quiero besar tu cicatriz,
yo no quiero, París con aguacero
ni Venecia sin tí.
No me esperes a las doce en el juzgado
no me pidas que "volvamos a empezar".
Yo no quiero ni libre ni ocupado,
ni carne, ni pecado, ni orgullo, ni piedad.
Yo no quiero saber por qué lo hiciste,
yo no quiero contigo ni sin ti,
lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas,
y matarme contigo si te mueres,
porque el amor, cuando no muere mata,
porque amores que matan nunca mueren.
sábado, 8 de enero de 2005
Pendientes de un hilo
Hace muchos años, las ciudades pendían del cielo. De arriba. Y colgaban de la nada de unos hilos blancos muy largos, que como sujetaban tanto peso, estaban muy, muy tensos. Que sí, que sí, que lo sé yo. Que hace muchos años de verdad que las ciudades pendían del cielo.
Resulta que también sé que en esas ciudades había escaleras muy largas. De 1.452.369 escalones cada una. Ni uno más ni uno menos. Y que esas escaleras no estaban ahí porque sí, sino que los hombres las habían hecho para subir al cielo. Hombre, no hasta desde donde pendían las ciudades porque eso era arribísima y ahí tan arriba no había oxígeno, pero sí hasta un lugar muy alto, mucho más alto que el sitio en el que tenían sus casas.
Y empezaban a subir por ejemplo a la hora de la merienda y no llegaban hasta el día siguiente. Y por ejemplo los niños les decían a sus madres, oye mamá, que me voy para arriba, que no me esperes. Y la madre le decía, ¿pero a qué vas? Y es posible que el niño le contestara, pues a ver mundo mamá (imagínaos lo que se veía desde allí). Y se iba el niño tan contento.
Y empezaba a subir y a subir. Recordad: 1.452.369 escalones, ni uno más ni uno menos. Menos mal que entre una tanda y otra había plataformas y rellanos en los que sentarse, aunque no estaban allí para descansar realmente. Estaban porque según cuentan, y esto he de reconocer que no lo sé a ciencia cierta sino que son más bien rumores, según ibas ascendiendo el paisaje era tan bonito que si lo hacías de golpe se te paralizaba el corazón de preciosidad. Muerte por preciosidad lo llamaban de hecho. Por eso la aventura había que tomársela a bocados, haciendo paradas para acostumbrar al alma y a los ojos.
Y entonces los hilos se cortaron, de tanto peso claro (aumento demográfico y esas cosas), y una vez liberados, se enredaron sobre si mismos, como recogiéndose fuera del alcance de los hombres, no los fueran a hacer trabajar más y colgarles otra vez ciudades enteras. Ni siquiera pueblos. Y de ese revoltijo, salieron las nubes que conocemos hoy en día, las blancas de toda la vida.
Y ya veis, ya son muchas cosas las que sé, pero fundamentalmente que hace muchos, muchos años las ciudades pendían del cielo de unos hilos larguísimos y que de esos hilos se generaron las nubes de hoy.
BlaBlaBla
Me gusta dibujar en el ordenador. Y llenarlo todo de colores. Ahí va un dibujo que hice ayer mientras intentaba no pensar en nada y echarlo todo. Y por eso también está lleno de palabras, para sentirme mejor. Como si al sacarlas hubieran dejado de dar cabezazos en mi cabeza.
viernes, 7 de enero de 2005
Indumentaria personal
Este guisante no pretende discriminar a nadie, es más, desde aquí quiere promover la creatividad en la indumentaria personal, ¡creatividad al poder!, pero eso no quita que haya una realidad incontestable, y es que por muy cool que sean los pantalones de Hip Hop no, no y no pueden ser cómodos.
Nadie puede engañarme, ese tiro tan bajo tiene que hasta resultar peligroso a la hora de andar en monopatín, me siento un guisante tremendamente carca en estos momentos mientras imagino terribles accidentes y enredamientos de pantalones y ruedas en la pista en forma de U.
Miro a los adolescentes de bigote poblado irregularmente caminar con sus pantalones y se me viene a la cabeza la imagen de ese momento tragicómico de la vida: el descubrimiento cruel de que no, no hay papel higiénico y uno se encuentra en una situación sin retorno. Aquí llega la parte pantalones de Hip Hop, cuando intentando mantener la dignidad se acomete el intento de alcanzar el armarito con repuestos sin recomponer la indumentaria…
jueves, 6 de enero de 2005
Nací el 3 de julio
Nací el 3 de Julio de 1976 en Barcelona, de eso hace ya 28 años más que estrenados. Cuando llegué a la familia ya había tres miembros y todos se conocían desde hacía tiempo, pero eso no debió importarme en ese momento porque decidí quedarme a ver si me hacía un hueco.
La verdad es que de esa primera época, como es natural, no recuerdo gran cosa. Las imágenes que tengo son simplemente eso: imágenes aisladas de momentos, que sacadas de contexto, permiten que yo haya montado en mi mente una historia particular de cómo fue el conjunto entero, con todos sus días uno detrás de otro sin interrupción alguna. Y como soy así de apañada, pues en algún momento debí optar por tener una infancia feliz y ese es el aroma que le he dado a todos esos momentos desperdigados, hasta tal punto que hoy en día puedo afirmar y afirmo, que la infancia fue una época de lo más feliz de mi vida. Y si no la más feliz, en la que yo recuerdo que la familia funcionaba más en armonía, en la que imagino a mis padres todo el día riendo y queriéndonos mucho, como si los problemas y los malos rollos hubieran llegado mucho más tarde, como unos intrusos del tiempo.
Me acuerdo por ejemplo perfectamente de mi casa, la primera que tuve. Y no es que la haya visto en fotos durante todos estos años, porque un incendio de una casa que tendríamos mucho después nos dejaría a la familia prácticamente huérfanos de documentación tangible de aquellos días, o séase, sin fotos. Y yo me acuerdo de los muebles, de la distribución, del armario de mi cuarto donde guardaba la ropa, del salón, de la tapicería de los sillones... También me veo a mi misma asomada a la terraza de ese mismo salón con mi padre, viendo por primera vez en mi vida nevar. Y pintando en la mesa blanca de mi habitación, que se sujetaba con pocas patas porque estaba apoyada en la pared, imitando a lo que hoy yo llamaría una estantería bajita. Y también recuerdo un día que vomité la sopa en la cocina... Sin embargo, de lo único que no consigo acordarme es del cuarto de mis padres.
También tengo recuerdos de los inicios de mi vida académica. Tengo imágenes, un poco pochas eso sí, de lo que era mi guardería y otras un tanto más sólidas de mi primer colegio. La cara de mi primera amiga no está muy definida pero está, y consigo recordarla en el último día que la vi mientras me alejaba en el coche.
Todo el mundo dice que yo estaba un poco pegada a mi padre y como lo dice todo el mundo, pues será verdad. Un día me rompí la clavícula intentando pegar a mi hermana (curioso que esa sea una de las únicas imágenes que tengo de ella durante mi infancia y que ahora sea tan importante en mi vida). El hecho podría haberse convertido en negativo pero como siempre, ahí estaba papá para convertirlo todo en luz y armonía. Me llevó al médico (o sólo le recuerdo a él mientras lloraba y lloraba cuando el médico intentaba escayolarme) y luego, lo verdaderamente divertido, es que me pintó el símbolo de superman con rotuladores de colores en el blanco del yeso. Eso sí que cambiaba las cosas. También recuerdo cuando nos llevaba al parque a ver los pavos reales a mi hermano y a mí.
Mi hermano: otro gran protagonista. Tengo grabado en la memoria como si fuera ayer el día que nació. Recuerdo que fui con mi tía Bele al hospital (la cual le regaló el oso de peluche que sigue teniendo en su cama) y que Manolo (Ima para mí) llevaba puesta una chaquetita azul de punto mientras dormía plácidamente en una cuna transparente. Todos parecían felices pero yo no me dejé engañar por la situación y mucho menos embaucar por el renacuajo ese al que todos adoraban, así que pese a mi corta edad, en seguida comprendí mi nueva misión en la vida: tenía que quitarle de en medio. Entonces, y esto ya es porque me lo cuentan, empecé a hacerme pis, a volcarle la cuna a la mínima, a llorar sin parar a todas horas... y él resiste que resiste, como si fuera de goma, negándose a lo que por aquel entonces era evidente: que sobraba. Y yo no me veo haciendo nada de eso, pero sí que es verdad que él marca una presencia muy importante en toda mi infancia.
Los años que siguen luego son un poco rollo de contar. Yo me lo pasé bien pero no tienen nada de particular. Nos vinimos a Madrid y yo por supuesto, me acuerdo del momento exacto en el que nos montamos en el coche, en el que mis padres habían puesto un colchón en el asiento de atrás para que los tres hermanos fuéramos tumbados al revoltijo durante el viaje, dispuestos a no volver a Barcelona más a no ser que fuera de visita. No debió sentarme muy mal la noticia porque no me recuerdo nada infeliz o angustiada.
De esta época tengo recuerdos de Paula (llamémosla mi primera Paula) y de Andrea, de los momentos de Las Matas, de lo bien que lo pasábamos juntas, de los disfraces y el garaje lleno de juguetes, del tiempo en casa de Concha... también me acuerdo de mi hermano, con el que compartía colegio, cuarto, horarios, vacaciones, juegos... También tengo recuerdos malos, de esos que te enseñan tanto en la vida. Mi mamá se puso mala y todos tuvimos que enfrentarnos a la enfermedad como pudimos. A partir de ese momento y hasta ahora, no he parado de aprender de ella lo que son las ganas de vivir y de estar aquí para verlo todo. Para olerlo todo. Para escucharlo todo. Para ser capaz de ilusionarse por todo.
Encontré mi sitio en el segundo colegio en el que estuve y en el que me quedaría hasta COU. En él conocería a los que ahora constituyen esas amistades que sabes que durarán toda la vida. Vamos, que son los que ahora considero mis amigos del día a día, con los que quedo constantemente y con los que he pasado muchas aventuras.
Cuando era más pequeña no era una persona especialmente sociable. Tenía un papel muy importante dentro de la “minisociedad” que constituye siempre una clase de poca gente y digamos que era una de las figuras que dominaban por encima de los demás, pero no me relacionaba mucho con el grupo y me limitaba a tener más bien amigas únicas con las que jugar. El punto de inflexión entre esa situación y la de ahora, en la que soy quizás más abierta al resto, creo que me lo dio mi estancia en Irlanda. En 1991 me fui un año a estudiar fuera con mi hermano y supongo que me vino bien verme sola, rodeada de desconocidos, en un ambiente que no era el de toda la vida en el que conocía a todos y en el cual mi posición estaba clara. El caso es que cuando volví cambié un poco de amistades dentro de la clase y me hice muy amiga de una chica, llamada Paula para variar (a la que llamaremos Paula 2), que había llegado una año antes de irme y en la cual no había reparado antes, porque no me acuerdo en absoluto de ella hasta después de mi vuelta.
Desde ese momento, podemos decir que es cuando empieza mi verdadera vida social tal y como la entiendo ahora. Tengo amigos, chicos y chicas con los que salgo, vamos de acampada, vamos al cine, empiezan las peleas típicas de la edad del pavo, vamos a conciertos, organizamos un grupo de teatro... esa etapa, pese a la forma tremendista e intensa en la que una la vive, las tragedias por las que atraviesa, la incertidumbre ante todo... en mi lista “top ten” también es una de las más felices de mi corta biografía y sobre todo, si la miro retrospectivamente. La diferencia con mi infancia es que de ésta estoy orgullosa, me siento responsable de cómo se desarrolló y sé que tengo una parte de mérito en que así fuera. No la cambiaría por nada del mundo y muchas veces pienso que es el origen de que en ocasiones me sienta distinta, que no mejor, ante los demás, que han hecho cosas diferentes, más propias de los tiempos que corrían, como podría ser ir de discotecas, salir con chicos, pintarse, preocuparse por los modelitos... Es como si me pareciera que lo mío, lo nuestro, fuera mucho más sano y enriquecedor, al menos para mi forma de ser.
La siguiente época viene marcada por el hecho de que yo me hice excepcionalmente amiga de Paula 2 y de Jimena (que no era del colegio pero que se introdujo en el grupo gracias a los lazos de sangre que la unían con dicha Paula 2), y al final terminamos por hacer una piña entre las tres. Dejamos un poco de lado al resto, nos peleamos con los demás por chorradas de las que ahora ni me acuerdo (pero que vamos, que en ese entonces me parecían por lo pronto desastre nacional) y nos separamos de los demás para tomar nuestro propio camino, que era un único camino para nosotras tres. Durante un año mantuvimos una relación obsesiva en la que no cabía nadie más, llegando a un grado de intimidad de esos a los que se llega pocas veces: éramos las mejores amigas, nos veíamos todos los días (al menos yo con Paula 2, porque nos sentábamos juntas en clase) o hablábamos horas por teléfono, nos contábamos todo durante charlas interminables, hacíamos planes de futuro que nos incluían a las tres al mismo tiempo... A partir del viernes estábamos 24 horas juntas, botando de casa en casa para quedarnos a dormir y aparecer finalmente cada una en la suya el domingo por la noche.
Pero de repente, apareció por medio un grupo de chicos entre los que desde el principio no me sentí nada bien. Y eso fastidió todas las cosas. Sin haber avisado con un mínimo de antelación y sin haber efectuado una votación al respecto, la amistad perfecta se abría para otros y yo, además, no tenía suficiente fuerza para tirar hacia lo de antes. Así que me quedé fuera, sola, totalmente en desacuerdo con lo que ocurría y demasiado triste como para nada. Además se juntó con malos rollos con mi madre en casa (que tocaban por la edad), que empezaba la facultad y que todos nuestros amigos a los que veíamos de vez en cuando habían dejado de estudiar, incluidas Paula 2 y Jimena.
El clavo ardiendo al que me agarré fue la facultad, en la que, con un poco de suerte que salió en mi busca desde no sé exactamente dónde y gracias a unas cuantas visitas al psicólogo supongo, me hice mi hueco y encontré a gente muy parecida a mí con la que empecé a pasármelo bien en lo que considero otra etapa de mi vida. Todavía, pese a haber terminado la carrera ya hace varios años, sigo viendo a mis amigos de la universidad y entre todos conformamos un grupo bastante sólido. Es en definitiva, mi otro grupo de gente con la que contar, entre los que se encuentran muy, muy buenos amigos que también llenan muchas historias divertidas y que forman una válvula de escape distinta a la de los del colegio, porque, ¡son tan diferentes entre ambos!.
Y gracias a Mario, un amigo de la facultad, es que conocí a Tigre, que ha sido mi primer novio y lo ha sido durante 4 años. Cuando creía que iba a estar constantemente nadando en la desolación de la soltería, los nubarrones grises del cielo se abrieron y me plantaron ahí, como si tal cosa, a semejante personaje que me dejó prendadita de amor en cuestión de segundos. Y encima resultó que era correspondido. Y contra todo pronóstico, cuando mis amigas ya me estaban allanando la pista para que pudiera salir corriendo de tamaño compromiso (como es costumbre en mi y había venido siendo por los siglos de los siglos), empecé una historia con aquel chico que consiguió que yo pasara por encima de todos mis miedos cual atleta de un mismísimo decatlón. Y la verdad es que no puedo quejarme de nada.
Y durante mucho tiempo fuimos muy felices, (sí, lo iba a decir: en lo que considero la siguiente etapa de mi vida) y disfrutamos de una historia de amor muy bonita, llena de amistad, risas, satisfacciones, bla, bla, bla. Pero luego la cosa se fue enfriando y las situaciones se nos echaron encima y de repente me encontré viviendo y adentrándome en decisiones muy importantes con una persona con la que no estaba segura de querer compartir todo eso. Y yo solo quería salir de allí, que todo se arreglara por arte de magia, correr lejos dejando todo atrás como si corriendo pudiera llegar a un país desconocido en el que las cosas no dolieran nada, en el que alguien se hubiera comido el ruido de los pensamientos. Pero lo único que corría, y a una velocidad desorbitada, era mi cerebro. Porque yo no hacía más que quedarme quieta, alimentando con trozos de mí a la pena que llevaba dentro.
Pero bueno, supongo que llegó un momento en el que todo pudo conmigo y sin ser exactamente consciente de ello, empecé a salir de todo eso. Así que cogí el repentino coraje y me lo eché a la espalda, camino de casa de papá y mamá. Otra vez. Lo malo es que las dudas, los recuerdos, el cariño, el miedo, la soledad... se vinieron conmigo a mi nueva vida. Y en ello estuve mucho tiempo, hasta que me planté y le hice cara, empeñada en una limpieza a fondo del disco duro de mi personalidad, abriendo archivos aquí, archivos allá, cortando y pegando vivencias. Había que dejar sitio a las que estarían por venir.
Y de nuevo volví a ver a todos mis amigos tanto como los veía antes, y me sentía muy feliz de tenerlos a todos a mi lado. La verdad es que estoy muy bien con ellos, me siento parte de una sociedad que me llena, lo que me hizo sentirme por aquél entonces yo misma otra vez, retomándome donde me había dejado olvidada. Y sobre todo, dándome cuenta de que no se me había olvidado ser como era, o sea, que de repente estaba segura que todo este tiempo de tristeza no es que hubiera sido, sino que había estado. Sólo era cuestión entonces de acabar de escupirla.
Y bueno, también en esos momentos, de vuelta en casa de mis padres y haciendo las veces de ejecutiva agresiva en un trabajo desenfrenado cuando no soy ni ejecutiva ni agresiva, me marché a Cuba de vacaciones y el cerebro terminó por descolocárseme del todo. Y cuando volví, decidí que había que tomar decisiones drásticas y que tenía que darle salida a una inquietud que me estaba desbordando el alma. Una vez explorado el entorno más inmediato, reconocer de nuevo a mis amigos y dejarles entrar en mi vida mientras yo me arropaba con la suya, sentía que el mundo me llamaba y cogí las maletas y sola me planté en Edimburgo, sin haber estado antes y sin conocer a nadie allí.
Y bueno, esa es una etapa que tiene una vida propia, un capítulo aparte que algún día contaré. Ahora estoy de vuelta en casa, con un pie aquí y otro en el aire, como esperando a ver si se posa en algún otro sitio o viene a juntarse con el que está en Madrid. Pero esta también es otra historia aparte. Una historia que tiene que ser contada desde dentro y por eso, tengo que esperar a que me vengan las ganas de mirarme con lupa.
Los suizos no entienden de sorpresas
Si uno quiere mandarle un regalo sorpresa por correo a alguien, no puede hacerlo desde una oficina de correos suiza.
Te obligan a describir en una etiqueta el contenido y valor aproximado del mismo ¡y luego la pegan en el paquete! ¡No puede ser! Ellos aseguran que es a causa de la aduana, pero en realidad, cada vez que mando un paquete con chocolate, debidamente especificado, el chocolate se pierde misteriosamente por el camino.
La próxima vez escribiré: "chocolate adulterado con potente laxante".
¡Feliz cumpleaños nuevo!
Eso fue lo que un guisantito dijo a este guisante cuando llegó el cambio de año.
Me gusta cuando los niños aún no se aclaran muy bien con las tradiciones, como cuando le cantas cumpleaños feliz a un niño pequeñito y el también canta, por que cree que se trata de cantar, no de un homenaje personalizado para él.
¡Feliz cumpleaños nuevo a todos!
miércoles, 5 de enero de 2005
La creación del Universo
Primera parte. Historia del género humano.
Al principio creó Dios los Cielos y la tierra. La tierra estaba confusa y vacía y as tinieblas cubrían la haz del abismo, pero el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas.
Dijo Dios: “Haya luz”; y hubo luz. Y vio Dios ser buena la luz y la separó, de las tinieblas; y a la luz llamó día, y a las tinieblas noche, y hubo tarde y mañana, día primero.
Dijo luego Dios: “Haya firmamento en medio de las aguas, que separe unas de otras”; y así fue. E hizo Dios el firmamento, separando aguas de aguas, las que estaban debajo del firmamento de las que estaban sobre el firmamento. Y vio Dios ser bueno. Llamó Dios al firmamento cielo, y hubo tarde y mañana, segundo día.
Dijo luego: “Júntense en un lugar las aguas de debajo de los cielos, y aparezca lo seco”. Así se hizo; y se juntaron las aguas de debajo de los cielos en sus lugares y apareció lo seco; y a lo seco llamó Dios tierra, y a la reunión de las aguas mares. Y vio Dios ser bueno.
Dijo luego: “Haga brotar la hierba verde, hierba con semilla, y árboles frutales cada uno con su fruto, según su especie, y con su simiente, sobre la tierra”. Y así fue. Y produjo la tierra hierba verde, hierba con semilla, y árboles de fruto con semilla cada uno. Vio Dios ser bueno; y hubo tarde y mañana, día tercero.
Dijo luego Dios: “Haya en el firmamento de los cielos lumbreras para separar el día de la noche, y servir de señales a estaciones, días y años; y luzcan en el firmamento de los cielos, para alumbrar la tierra”. Y así fue. Hizo Dios los dos grandes luminares, el mayor para presidir el día, y el menor para presidir a la noche, y separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios ser bueno, y hubo tarde y mañana, día cuarto.
Dijo luego Dios: “Hiervan de animales las aguas y vuelen sobre la tierra aves bajo el firmamento de los cielos”. Y así fue. Y creó Dios los grandes monstruos del agua y todos los animales que bullen en ella, según su especie, y todas las aves aladas, según su especie. Y vio Dios ser bueno, y los bendijo, diciendo: “Procread y multiplicaos y henchid las aguas del mar, y multiplíquense sobre la tierra las aves”. Y hubo tarde y mañana, día quinto.
Dijo luego Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre ella”. Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra; y los bendijo Dios, diciéndoles: “Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra”. Dijo también Dios: “Ahí os doy cuantas hierbas de semilla hay sobre la haz de la tierra toda, y cuantos árboles producen fruto de simiente, para que todos os sirvan de alimento. También a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, ya a todos los vivientes que sobre la tierra están y se mueven les doy para comida cuanto de verde hierba la tierra produce”. Y así fue. Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho, y hubo tarde y mañana, día sexto.
Así fueron acabados los cielos y la tierra y todo su cortejo. Y rematada en el día sexto toda la obra que había hecho, descansó Dios el séptimo día de cuanto hiciera; y bendijo al día séptimo y lo santificó, porque en él descansó Dios de cuanto había creado y hecho.
Este es el origen de los cielos y la tierra cuando fueron creados.
martes, 4 de enero de 2005
Cuentos humanitariamente correctos
Hace unos años estaba de moda lo “políticamente correcto”. Apareció por aquel entonces una versión de los cuentos infantiles, modificados para no dañar la sensibilidad de nadie, en los que se decía por ejemplo “personas bajitas” al hablar de los enanitos de Blanca Nieves, etc.
Yo creo que vamos necesitando una nueva versión de los cuentos, pero esta vez no correcta sólo para cubrir las apariencias, para evitar pleitos estilo americano, sino unas versiones humanitariamente correctas.
Propongo que el lobo de caperucita no sea ejecutado al final del cuento para regocijo de todos y escarmiento de algunos, sino que sea enviado a un correccional.
Que Hansel y Gretel aprendan, mediante un cursillo, que no está bien matar a alguien, por muy bruja que sea, para quedarse con su casa de caramelo.
Que los tres cerditos sepan que no debieron tomarse la justicia por su mano y escaldar al lobo en una olla de agua caliente, sino avisar a las autoridades pertinentes del peligro que les acechaba.
Y un largo etcétera.
Podríamos imaginar una institución en la que cumpliesen condena los malos de todas estas historias, con una opción para la reinserción social. Eso sería más correcto.
lunes, 3 de enero de 2005
Viajar en coche
Me gusta, por que es a velocidad de cerebro. En realidad, la velocidad de mi cerebro quizá se ajuste más al paso de burra o al monopatín, pero sigue estando más cerca de la del coche que de la del avión.
Viajando en avión uno cambia de país en cuanto hace la cola para embarcar. Si se viaja a España la cola es un caos desde el principio, muchos gritos, mucha vida. No importa si nos dicen por los altavoces que primero embarquen los pasajeros de la fila 15 a la 20, vamos todos a mogollón. Si se viaja a Escandinavia, la cola está muy bien definida, es silenciosa y organizada. La gente tiene preparada la tarjeta de embarque, sólo el equipaje de mano permitido y no se apretujan, ni hacen cola antes de que llamen a embarcar.
Viajar en avión es una bofetada de “cultura”, demasiado rápido, demasiado violento.
En coche uno va viendo cambiar el paisaje, las señales de la carretera, en las que varía el tamaño o el sexo del niño que va cogido de la mano del señor con o sin sombrero, según el país. Va variando la fauna atropellada, y también los animales que amenazan con saltar sobre tu capó desde su triangulo rojo. Se pregunta donde está el baño en distintos idiomas, hay o no hay papel higiénico dependiendo de la zona, se beben diferentes cafés y se comen distintas patatas fritas.
Me gusta viajar en coche (de copiloto, claro).