martes, 8 de febrero de 2005
Trabajar en medio ambiente
Trabajar en medio ambiente es una tarea curiosa. Por una parte, muchas veces los eventos del día a día no dejan de machacarte la moral y de quitarte el sueño cuando consigues cogerlo y por otra, estás en contacto con iniciativas de la gente y realidades que en ocasiones te compensan todos los males que te acontecen en silencio, como las hemorroides. Pese a que en líneas generales puedo decir que me gusta mi trabajo, hay cosas obviamente que me aburren soberanamente y que me hacen plantearme emigrar al extrarradio, comprarme una casa en el campo y dedicarme al ganchillo como modo de vida alternativo mientras veo la tele calentándome con un radiador alimentado por energía solar. Cosas del yin y el yan, sea cual sea el bueno y sea cual sea el malo.
Entre las cosas que me gustan de mi trabajo está eso de ir a las reuniones y formar parte de la planificación de los megaproyectos, se entiende que en la medida que el medio ambiente está presente en este país en la toma de decisiones y el peso que tienen nuestros argumentos para decidir las cosas, es decir, poco. Pero bueno, algo es algo. Y me encanta aparecer en las reuniones con mis pantalones vaqueros y mis zapatillas cómodas y codearme con los trajeados ingenieros cabeza-plana que me miran escandalizados preguntándose por qué mi jefe trae a la secretaria a la reunión, ésta no lleva ni minifala ni escote y además se sienta con ellos en la mesa sin ninguna intención de servirles el café. Y encima, para más INRI, ¡habla! Todavía estoy segura, por cuestiones empíricas que me lo han confirmado, que no tienen ni la más remota idea de qué es lo que digo y que todavía no han entendido que debajo del bla, bla bla que ellos oyen, hay información inteligente que seguro son capaces de procesar. Pero bueno, ya poco a poco me voy haciendo un hueco en su mundillo y ahora he conseguido que más o menos me respeten y me llamen para consultarme dudas y pedir mi opinión sobre decisiones mínimas que tienen que tomar. Y me fascina estarles recomendando que hundan la rasante donde el relieve se los permite para hacer falsos túneles que revegetados sirvan como paso de fauna mientras ellos se preocupan por el radio de curvatura y la velocidad de diseño de la autovía.
Entre las cosas malas pues está que detrás de todo hay un mundo de discusiones, de intentar convencer a los que tienen el poder de decidir, de la falta de herramientas, del poco peso que tienen nuestros argumentos y de la actitud pasiva de la Administración. También las horas que le echo cuando tengo una entrega gorda, que me hace tener que sacrificar todos mis fines de semana y trabajar durante mil horas al día delante del ordenador completamente sola, hasta que mi cabeza echa humo gris opaco y yo ya no sé ni quién soy. Y de cosas como que después de meses de trabajo, todavía te manden los planos finales y los ingenieros pareciera que hubieran decidido que los lugares que les dibujaste en el mapa con los yacimientos arqueológicos identificados no son parte de un juego de esos de los de antes de “une la línea de puntos”, porque con una precisión infinitesimal han conseguido unir con una línea continua un montón de localizaciones dispersas en el territorio eludiendo la opción más fácil que es sortearlas. En fin, mi amigo Aitor, que trabajaba conmigo antes, sabe de lo que hablo.
Pero bueno, hoy, acabando un trabajo de fin de master que lleva un año atascándoseme, me he enterado que una fundación de medio ambiente gestiona una finca estupenda en algún lugar de España que ha sido donada por la propietaria para fines conservacionistas. ¿No es una pasada? Y con la asociación de la que formo parte hemos empezado un proyecto gracias a una financiación de un ayuntamiento de un pueblo de Navarra para desarrollar y programa de capacitación de 10 personas de una comunidad indígena de Bolivia para desarrollar un sendero interpretativo en un parque natural. También bonito ¿no? Y ejemplos así hay muchos. Ejemplos que te hacen sonreír por dentro y que te riegan las ganas de seguir adelante en este mundo, lleno, llenísimo de rincones especiales, con un montón de colores.
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