lunes, 21 de febrero de 2005
Cuento por trozos y boca abajo. Trozo 3
Desde la jaula, podían observarlo todo. De hecho, era lo único a lo que se dedicaban todo el día. La vida era aburrida, aburrida en profundidad. No es que pudiera decirse que echaran de menos el volar por los campos ni el aire de primavera en la cara, pues a decir verdad, desde que habían nacido el único vuelco en el estómago que habían experimentado era el proporcionado por el va y viene del balancín de la jaula.
- ¡Mira!- le dijo él balanceándose – ¡Mira como vuelo!
- Te-te-te-te-ten cuidado y ten-ten-ten-te en pie – le dijo ella.
Y de repente, como si con eso ella hubiera lanzado una profecía más que una advertencia, él se esmoñó contra el suelo. Fue entonces cuando descubrieron que ella tenía poderes a la inversa. Que bastaba con decir, “a ver si tienes cuidado y no te atragantas con el alpiste” mientras comía para que él empezara a toser como un loco atragantado. Los dos se miraron y sonrieron, miraron fuera y se sonrieron. La diversión, así sin quererlo ni esperarlo, no había hecho más que empezar.
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