Una señora de abrigo oscuro y bolso muy apretado bajo el brazo entra en la palabrería. –Buenas, le dice al dependiente- que está allí muy pendiente de todo. –Quería cuarto y mitad de regañinas, algunos insultos de la casa, si están frescos y cuatro ironías para poner esta noche.-
El dependiente va pesando en la balanza todos los encargos, que son a la sazón, muy pesados, y sugiere a la clienta: -¿no querría llevarse algunas frases alentadoras y algunas palabras de amor?-
-No, a mi marido y a mis hijos no les gustan, siempre las apartan - responde muy seca la clienta.
El dependiente, sólo la mira con tristeza, se había quedado sin palabras.
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