domingo, 27 de junio de 2010

La buena mesa


No hay nada en este mundo con una familia numerosa.

A mi me encanta la familia, eso ya lo saben los que bien me conocen. Me encanta estar rodeada de esos que considero 'los míos' y que formamos un clan del que nadie puede ser miembro así como así. Unidos por esos lazos de sangre que son irrompibles con el tiempo. Los mismos lazos que te hacen odiar a veces a tus hermanos, padres o primos, pero que te sirven como un teléfono inalámbrico cuando tienes que afrontar problemas. Esos que te hacen reconocer a tus semejantes cuando les miras a los ojos o que te hacen que te recorra una sensación de familiaridad cuando entran por la puerta o les contestas al teléfono. Son ellos. Han llegado los de siempre.

Una familia es un saco de recuerdos, buenos y malos, en los que puedes buscar miles de anécdotas que compartir en las tertulias de sobremesa. Es un acompañante fiel en el camino. Es un barco con remeros empujando al mismo ritmo. Es un lugar en dónde aprendes a formar parte de un grupo, a ser un miembro más y a depender de los otros. Es también un catálogo de manías, aprendizajes, traumas, reproches, clichés, ciclos repetidos, abrazos, complicidades, secretos, apoyo, risas y más risas... Es todo eso bueno y malo al mismo tiempo, hecho un mejunje.

Cada familia es un mundo. Las familias pueden tener miles de estructuras diferentes. Se pueden hacer de múltiples maneras y no existe un catálogo de las que funcionan bien o mal. Lo que sí sé es que te marcan con un sello de denominación de origen difícil de quitar, que te acompaña en muchos aspectos el resto de tu vida.

A mi me encanta la familia, eso ya lo he dicho. Y no quiero estar familiarmente sola nunca.

2 comentarios:

Dori´s place dijo...

Claro que si preciosa! además tienes una familia estupenda, que se lo pregunten a la mamma!

y la que estas formando de aquí a octubre con picapino ni te cuento!

Oye, morena dijo...

Siiiiii, ¡y espero que esto solo sea el principio!