Este martes ha llegado solo a su mitad y me he dado cuenta de que he disimulado ya un montón de veces a lo largo del mismo.
Primero me he ido a hacer un análisis y he disimulado que las agujas me dan mucho miedo. Cuando he entrado en la salita del dolor, he hecho como si no pasara nada y como si esto lo tuviera yo superado de sobra, cuando en realidad, ver la aguja aunque sea en su funda verde me da un poco de escalofríos.
Luego he venido a trabajar y he disimulado que me cae mal un compañero. Y cuando se ha acercado a hablarme y a darme lecciones de cómo se resuelve el mundo (conocimiento que él domina a la perfección y que además, se presta a compartir conmigo en cualquier momento para aleccionarme como profesional freelance en compañerismo), he disimulado que no quería hablar con él y que me da la risa con lo que me cuenta. Por suerte, sus conocimientos me resbalan y no hacen mella en mi. Y por suerte hoy soy una experta en disimulo y no me he reído ni un microsegundo.
Y ahora, disimulo que tengo un sueño de muerte y que no valgo para estar en una oficina. Disimulo que tengo alma de autónoma y siempre la tendré, y que no entiendo porqué tengo que cobrar por horas trabajadas en vez de por objetivos cumplidos.
También disimulo que estoy escribendo este blog y los demás deben pensar que estoy haciendo algo sesudo y trascendental. O lo mismo ellos también disimulan y reconocen al compañero disimulador, porque ellos, en su propio sueño, sueñan que están en otra parte.
2 comentarios:
Que fuelte amiga. Espero que no disimules que no me aguantas!
Bueno... esto... yo, es que...
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