martes, 3 de enero de 2006

Nueva York y ser turista


He vuelto de mis vacaciones y estoy derrotada. Me lo he pasado muy bien, pero esto de hacer de turista es de un cansado que estremece. Tengo los pies que ya ni andan y me duelen los riñones una barbaridad. Es la parte menos snob de haber ido a Nueva York con la familia a tomarme las uvas y celebrar la entrada del 2006.

Hay personas que cuando viajan, buscan su lado intrépido y escapan de los convencionalismos turísticos. Yo por mi parte, prefiero siempre asumir que cuando viajo, sobre todo a ciertos lugares, soy una turista de pe a pa y que por tanto, no hay nada malo en comportarse como tal. Me gusta hacerme la foto debajo del árbol del Rockefeller Center, me gusta emocionarme con la estatua de la libertad, hacer cola para hacerme una foto en lo alto del Empire State, sacarme una entrada para el Radio City Hall y quedarme más ancha que larga cuando me subo en un minibús para hacer un recorrido guiado por el Bronx. Soy así. Soy una turista empedernida. Sin un guión más o menos esbozado, me siento perdida y me da la sensación de que pierdo el tiempo.

Y ciertamente, en esto de ser turista hay ciertas cosas que no dejan de sorprenderme. Sobre todo, cuando vuelves a casa y te das cuenta de la paliza que te has pegado y de las veces que repetidamente, te fustigas a ti mismo durante el periodo vacacional. Yo, el castigo que peor llevo es esa constante vocecilla que todo turista lleva dentro de que hay que aprovechar el tiempo al máximo. Y aprovechar el tiempo es antónimo de descanso, sueño, vaguería y comodidad.

Cuando uno viaja, parece que es como de perdedores volver por ejemplo pronto al hotel después de un día duro. Y ya no digo levantarse tarde. Uno tiene que levantarse como un poseso ávido de lugares que fotografiar para enseñar a los parientes pese a que el despertador haya sonado justo cuando los pies empezaban a retomar su fisonomía habitual. Y nada de volver al hotel antes de que anochezca. Así que cuando por fin llega la hora esperada, tienes que arrastrarte a la habitación porque te falta hasta el aire y escalar por el borde de la cama hecho unos zorros.

Aún así, siempre hay tiempo para descansar luego. Viajar merece la pena. Yo me crezco cuando hago de turista. Soy feliz cuando voy andando por el mundo. Pienso que soy libre cuando cruzo fronteras. Me alucina lo grande que es este planeta. Me imagino todos los viajes que me quedan por hacer. Y la vida se me hace corta, corta, corta, para todo lo que me queda aún por explorar.

1 comentario:

La Niña Graphics dijo...

eres la bomba, morena!