sábado, 18 de junio de 2005

La llamada de la selva o el principio del fin

Hace poco comentaba con una amiga que, cuando te dan ganas de tener una planta, es el principio del fin, por que a esa planta le sigue otra planta, a las plantas se les acaba uniendo una mascota y hete aquí que miras a los niños por la calle y comienzas a pensar: ¡qué monos!
Mal, ante todo organización. Los niños cansan un montón. Pero también es verdad que son geniales, sobre todo si llevan algún gen tuyo. Si el gen egoista llama a tu puerta, uno quiere pasarse el tiempo haciendo algo para ser recordado para siempre, por tonto que sea. Yo prefiero que se acuerden de mi por ponerme los pantalones en la cabeza y unos calcetines en las orejas y caminar diciendo: bip bip, a que no se acuerden en absoluto. El afán de pasar a la posteridad... Lo peor es que ayer salió a relucir en una conversación que los niños no se acuerdan casi de nada de lo que pase antes de que tengan siete años... ay ay ay, cuanta energía estoy desperdiciando en explicar cómo nacen las mariposas, que los ombligos son como un timbre que suena distinto en cada persona, que también hay delfines que viven en el mar, a parte de los de las piscinas del zoo, etc.

Y lo peor es que ya tengo muchas plantas en casa, chan chan...

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