Hace muchos años, las ciudades pendían del cielo. De arriba. Y colgaban de la nada de unos hilos blancos muy largos, que como sujetaban tanto peso, estaban muy, muy tensos. Que sí, que sí, que lo sé yo. Que hace muchos años de verdad que las ciudades pendían del cielo.
Resulta que también sé que en esas ciudades había escaleras muy largas. De 1.452.369 escalones cada una. Ni uno más ni uno menos. Y que esas escaleras no estaban ahí porque sí, sino que los hombres las habían hecho para subir al cielo. Hombre, no hasta desde donde pendían las ciudades porque eso era arribísima y ahí tan arriba no había oxígeno, pero sí hasta un lugar muy alto, mucho más alto que el sitio en el que tenían sus casas.
Y empezaban a subir por ejemplo a la hora de la merienda y no llegaban hasta el día siguiente. Y por ejemplo los niños les decían a sus madres, oye mamá, que me voy para arriba, que no me esperes. Y la madre le decía, ¿pero a qué vas? Y es posible que el niño le contestara, pues a ver mundo mamá (imagínaos lo que se veía desde allí). Y se iba el niño tan contento.
Y empezaba a subir y a subir. Recordad: 1.452.369 escalones, ni uno más ni uno menos. Menos mal que entre una tanda y otra había plataformas y rellanos en los que sentarse, aunque no estaban allí para descansar realmente. Estaban porque según cuentan, y esto he de reconocer que no lo sé a ciencia cierta sino que son más bien rumores, según ibas ascendiendo el paisaje era tan bonito que si lo hacías de golpe se te paralizaba el corazón de preciosidad. Muerte por preciosidad lo llamaban de hecho. Por eso la aventura había que tomársela a bocados, haciendo paradas para acostumbrar al alma y a los ojos.
Y entonces los hilos se cortaron, de tanto peso claro (aumento demográfico y esas cosas), y una vez liberados, se enredaron sobre si mismos, como recogiéndose fuera del alcance de los hombres, no los fueran a hacer trabajar más y colgarles otra vez ciudades enteras. Ni siquiera pueblos. Y de ese revoltijo, salieron las nubes que conocemos hoy en día, las blancas de toda la vida.
Y ya veis, ya son muchas cosas las que sé, pero fundamentalmente que hace muchos, muchos años las ciudades pendían del cielo de unos hilos larguísimos y que de esos hilos se generaron las nubes de hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario