He instalado un punto intermitente de vigilancia e investigación en la piscina. Parece que leo un libro, y lo hago, pero eso no impide que de vez en cuando vaya tomando apuntes mentales fruto de mi capacidad de observación.
Me encanta mirar a los ingleses que hay en la urbanización. Un mundo tan dividido por la frontera de la educación. Y es que hay muy poca clase media en cuanto a los modales se refiere, que bien parecen hooligans venidos a más o parecen todos como recién salidos de tomar el té en Buckingham Palace. Fascinante.
Lo que más me atra en estos momentos y la temática elegida para mi investigación veraniega, es la forma que tienen de tratar a los niños los que son educados. Sobre todo, mi trabajo personal alcanza sus mejores avances y los resultados son más consistentes cuando me puedo permitir, por casualidades del destino, la comparación con una familia autóctona española de las de pura cepa. Entonces recojo datos mentales como una loca.
Me encanta porque no gritan, aunque suene a tópico. Pero es que no es que no griten ellos, es que no les gritan a los niños. Mientras la madre española no deja de decile a su Osé Manué a gritos que deje de correr por las baldosas de la piscina, desde la silla por supuesto y sin ningún límite aparente en cuanto a la distancia que lo separa de su retoño, la madre inglesa simplemente se lo dice en un tono nuetro, sin agobios y sin hacer partícipe a todos los vecinos del diálogo intrafamiliar. Fascinante.
Y también juegan con ellos bastante, lo que pasa es que precisamente eso: juegan ellos y no de nuevo todo el vecindario, que hemos sido testigos de los avances del tal Osé Manué en cuanto a su aprendizaje en técnicas de natación más avanzadas, tirarse de cabeza o cualquier otra hazaña que le haya dado a la madre por que aprenda, todo esto de nuevo desde la silla. Los ingleses tambien nadan e intentan enseñar a su prole a tirarse desde el bordillo de múltiples maneras, perono te mojan en el intento cuando pasas nadando (porque no les dejan) y se sientan con ellos en la piscina con las piernecillas colgando, ya que si no tendrían que gritar y molestar a todo el mundo. Y esto a parte de contribuir a la buena convivencia también digo yo que sirve para enseñarle un poco de educación en la ciudadanía a sus hijos y no ponerles histéricos a la mínima de cambio con tanto grito durante toda la mañana para que luego le sienten mal los macarrones con tomate del almuerzo.
En fin, cosas del directo. Que digo yo que un poco de vidilla en la vida de un niño está bien, pero que tanta...
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