Ayer me hice un análisis de sangre, de esos que necesitan que te pinchen con una aguja de las que me quita el sueño. De las normales indoloras, vamos, pero que a mi me parecen enormes y enemigas.
Llevé la sangre puesta pero se me olvidó el tarro con el análisis de orina, básicamente porque no me había planteado que el test de fluidos corporales iba a ser tan completo. Por eso he vuelto hoy con mi tarro de pis amarillo.
Me pongo mi rebequita nueva rojo cereza que tantas ganas tenía de estrenar. Voy por la calle feliz camino del metro porque hoy es viernes o como si lo fuera. Llego al vagón y cuando me pongo el bolso en el regazo preparada para enfrascarme en mi lectura, me doy cuenta de que mi tarro de pis amarillo se ha abierto y que ahora me chorrea todo por la camisa, el abrigo y la silla de al lado (que limpio inmediatamente con un cleenex). Como bióloga debería saber que la orina siempre tiende a salir por el conducto más estrecho.
No quería estar ahí. Yo quería irme a mi casa. En el metro no se puede escarbar para meter la cabeza bajo tierra. No quería oler como un indigente por encima de mi carísima colonia de Dona Karan. No tan pronto... Ha sido un momento de 'esto es demasié' para las 7 de la mañana y voy a afrontarlo ignorando el hecho hasta que pueda hacer algo.
Llegada a Atocha, me he bajado, con un minicleenex que tenía de sobra ya un poco afectado por el pis, he limpiado como he podido y en un banco a la vista de todos el resto testimonial del bote. He tenido que ir todo el rato por la la calle con él en la mano en posición vertical. Lo he intentado hacer con dignidad, que he descubierto que se consigue pretendiendo aparentar que lo que haces es lo más normal del mundo. Menos mal que el pis seca rápido (no lo sabía hasta hoy) y cuando he llegado a la consulta ya no tenía la blusa ni el abrigo manchados (sobre el posible olor prefiero no reflexionar). He entregado la orina y me he ido a la oficina. Me he parado en el VIPS y ante la ausencia de una mejor oferta, me he comprado unas toallitas húmedas desmaquillantes con las que me he frotado y refrotado toda la ropa, las manos, el abrigo y todo lo que se me ocurría. Ahora debo oler muy pero que muy raro, pero de momento creo que disimulo.
Lo que está claro es que voy afrontando mejor con los años lo que me pasa. Que puedo reirme de mis pericias y que obviamente, hoy no me como las lentejas que tengo en el bolso por muy metidas en el tupper que estuvieran en el momento del fiasco. Y por supuesto, que los jefes me deberían rifar porque meada y vapuleada por la vida, aquí estoy en mi puesto de trabajo como un clavo y más contenta que unas castañuelas por el puente que me espera.
C'est la vie.
4 comentarios:
Osea, creo que esto sería la peor de mis pesadillas. Mojarme de pis en el metro delante de todo el mundo.
Es decir amiga, en dos palabras: IN- SUPERABLE.
Jajajaja, reconozco que es una de mis top-ten. ¡Y mira que tengo!
jajajajaja, ayy no que verguenza la netaaa xD jajajajajaja, ok yaa, slee cuidatee ^^
Me cagoooooooooooooooooooo. O sea que por eso te fuiste al ordenador que está a 10 metros?? sola! y qué excusa te investaste para justificar la compra de toatillas?
me partoooooooooo
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