lunes, 12 de junio de 2006

¿Qué hago yo aquí?


“¿Qué hago yo aquí?”

Esta ridícula pregunta me asalta un montón de veces. De repente, sin venir a cuento, como que todo se para a mi alrededor y me quedo metida en un mundo particular, yo sola. Todos los sonidos se apagan y yo miro alrededor, como impermeable a todo. Lo miro con los ojos abiertos, porque todo lo veo extraño y si los cierro, claro, no puedo estudiar el mundo tan curioso. Tic, tac, tic, tac, ¿qué hago yo aquí?

En realidad, el otro día llegué a la conclusión que en esos momentos, pues me voy a contestar “pues hago lo que hago”. Lo que puede parecer de Perogrullo, pero no lo es. Lo que quiero decir con eso es que hago lo me ha tocado hacer y que eso no tiene porqué ser extraño en sí mismo, sino que se vuelve extraño cuando lo comparo con un plan original. O sea, que no es más extraño que esté en ese sitio que no estarlo, puesto que a priori, nadie me ha dicho dónde debería estar.

Me he dado cuenta, de repente, de que la vida no tiene guión. Y no es que lo haya pensado sólo, porque eso lo he hecho muchas veces, sino que de repente me lo he creído. Me ha sacudido esa revelación. ¡Claro, Laura, la vida no tiene guión! ¡Métetelo en esa cabeza dura que tienes! Y ha sido muy fuerte.

Todos me dicen que desde siempre, he mirado mucho al futuro, trabajando hoy para lo bueno del mañana. Pero por mucho que me planifique, eso no significa nada. No significa que lo que se salga de ahí esté mal. Pero no sólo eso, sino que no significa, ni lo más mínimo, que sea diferente a lo que tenía que ser. ¡Qué fuerte! Que yo me imagine mi futuro de tal forma, no tiene ninguna importancia. No es vinculante con el futuro. No marca lo que vendrá y lo que no vendrá. No hace conjuntos de sucesos… Son sólo planes en mi mente. ¿Lo sabíais?

Y por eso, cuando estoy en un sitio extraño y la pregunta recurrente vuelve a mí, tengo que decirme, “pues hago lo que hago”. Y sentir, en cada momento, que mi vida es esa y que no tiene que parecerme extraña. No estoy puesta en ella por el Ayuntamiento, sino que voy andando por lo que es un vacío inalterable, que se va tejiendo con cada paso.

Fuerte, fuerte la cosa.

2 comentarios:

Kiko, ese hombre. dijo...

Yo llegué a esa conclusión hace ya algún tiempo.

Las decisiones que tomamos a cada paso tienen todo el sentido en el contexto en el cual son tomadas y nunca hay que plantearse si nos desvían del camino o no.

Hay gente que piensa que es mejor el camino que la meta, pero yo tampoco pienso eso.

Yo miro cada día las cosas pequeñitas que me pasan y me divierto contemplando como me alejan o me acercan del objetivo ideal.

Objetivo que no es más que una imagen y que va cambiando a medida que crezco. Por eso no me importa mucho si me desvío o no. Porque se que al final donde esté voy a estar bien y eso es lo único que me importa.

Ya lo conté en otros posts, que yo nunca quiero llegar a la meta y tener que preguntarme....y ahora que?

Anónimo dijo...

que bueno, cogéis un par de pinceles y me dibujáis aquello que en mi mismo no pasaba de ser una intuición y un borrón...

"¡como te pareces al agua, alma del hombre!
¡como te pareces al viento, destino del hombre!"
(goethe)