martes, 18 de abril de 2006

La insoportable levedad de las cosas poco pesadas

En raros momentos de mi existencia me aproximo tanto a creer a pies juntillas (brutal expresión, por cierto) en la teoría del gen egoísta de Dawkins como cuando estoy enamorada.

Seamos honestos, enamorarse no es nada bueno para nosotros como individuos: casi no se come ni se duerme, se hace ejercicio en exceso que trae como consecuencia tirones, luxaciones, etc., se hacen y dicen muuuuuchas cosas ridículas que en otras circunstancias nos darían vergüenza ajena (o peor, te dicen cosas que antes te provocarían una pérdida automática de respeto por quien las dice y ahora, no sólo no arrojas un vaso de agua fría a la cara de tu interlocutor para que entre rápidamente en razón, sino que vas y suspiras!!!), se olvida uno de que el resto del mundo existe (en ocasiones con nefastas consecuencias para la vida social, laboral e incluso la penal si uno se deja llevar y se olvida demasiado del mundo en un sitio público, digamos)... ¿y todo por qué? por una especie de mentira química producida por la combinación de otro cuerpo con el tuyo que te hace pensar un montón de cosas cursis como que después de todo puede que sí exista esa persona especial en el mundo que... bla bla BLA BLA (bullshit).

Pero todo, TODO, es sólo una trampa. Si no fuese por todas esas compensaciones físico-químicas que van incluidas en el pack del enamoramiento ¿quién se reproduciría?

Por eso yo enamorarme, me enamoro como la que más (y que me quiten lo bailao!), pero con plena consciencia de que mis pensamientos, sensaciones, etc., están gobernados por un gen pequeñito y poderoso que quiere transmitirse a toda costa, ese pedacito de ADN que ahora sólo quiere llevárseme por delante...

1 comentario:

ana dijo...

:D


independentemente da razão porque se sentem as coisas assim, dessa forma tonta, o importante é desfrutá-las. que bom que é essa tonteria.