martes, 28 de febrero de 2006
Entendederas
Como cuando ves un dibujo hecho una maraña y de repente lo entiendes y ya no puedes ver nunca más la maraña sin sentido que antes percibías, en la vida hay lecciones que entiendes que ya no puedes obviar. Las vivencias, las experiencias, ya te lo manchan todo. Te lo recrudecen y le quitan la parte de inconsciencia. Y no puedes ya ir andando por la calle un día soleado sin llevar en la espalda toda la realidad que acarreas. Las flores preciosas crecen y se marchitan. Y lo sabes cuando ves un ramo. Los niños crecen y se convierten en adolescentes. Y ya lo sabes cuando ves una mamá con su bebé. El dinero se gasta y a veces ni se repone. Y ya lo ves cuando consultas tu saldo. Hay días de alegría máxima pero sabes que vendrán aquellos de tristeza. Y ya lo sabes cuando te sientes plena. Hay amigos que dejan de serlo con el tiempo. Y lo sabes cuando tomas con alguien a quien quieres un café en la Plaza del Dos de Mayo.
Pese a todo, a mi me gusta la vida. Me apasiona. Hay veces que me gustaría volver atrás y no haber vivido muchas de las cosas que me han pasado (tener el cajón de los recuerdos vacío, no entender nada, no saber de consecuencias ni de ritmos lógicos, pender del aire, escuchar todos los ruidos, ser capaz de cantarle a todo) pero también entiendo que lo que me hace tener miedo a veces a lo que vendrá, es lo que me hace andar con paso firme mientras avanzo hacia ello.
miércoles, 22 de febrero de 2006
Así no se puede ser normal
Mi compañero de trabajo se acaba de poner en pie, ha alzado los brazos y ha salido bailando un tango del despacho. Sucede a menudo. A veces es salsa, a veces tango, depende del día.
Muchos días comemos chocolate hasta que nos duele la tripa, cantamos canciones italianas antiguas, hacemos imitaciones el uno del otro y en general no producimos ni el huevo.
Mi compañera de piso tiró la cafetera a la basura hace un par de días por que oyó decir que el aluminio era malo para la salud. Limpia compulsivamente toda la casa casi sin descanso, incluyó en el contrato del alquiler que estaba prohibido hacer pis en la ducha y canta a voz en cuello de pronto, sin más...
Inversión de marzo, ¿mar o zapatos?
Mis zapatos tontos-normales de siempre, fieles aliados, están dando sus últimos estertores y ya me entra el agua por los agujeros de las suelas. Si ellos mueren, y lo harán pronto, me quedaré sola en el mundo con mis botas de monte. Desgraciadamente mis zapatillas de correr también pasaron a mejor vida en navidad, esa época tan triste.
Y ahora que vivo con un presupuesto reduciiiiiiiiiiiiido reduciiiiiido me asola una terrible duda: me gasto mi dinerín en comprarme unos zapatos decentes y duraderos como Dios manda o me voy de viaje a ver el mar unos días como querría hacer en realidad… En el mar no hacen falta zapatos y en el fondo Suiza es un país montañoso ¿no? Además, la palabra lo dice, Marzo, Mar... ahhh, nada como tomar una decisión.
martes, 21 de febrero de 2006
lunes, 20 de febrero de 2006
Estado actual de las cosas...
Un gato que se da la vuelta en la calle para mirarme. Un sueño del que no me acuerdo que me deja una sensación rara durante todo el día. Unos ojos que me perforan a veces, me acarician a veces, que me son indiferentes a veces. Una compañera de piso que canta a gritos en el pasillo cuando le da la vena. Las hojas gigantes de las plantas de mi ventana que no le ocultan mi vida desordenada a los vecinos. Mi cuarto lleno de montañas de ropa a la espera de ser clasificada. En mi mesilla de noche cinco libros a la mitad, desde los que se asoman personajes que me hacen señas con el dedo para que me acerque. Mi mesa de trabajo cubierta de papeles pertenecientes a veinticatorce proyectos diferentes. Y llueve y sale el sol y vuelve a llover y vuelve a salir el sol sin decidirse de manera intermitente durante varios días. Y sin embargo esta sensación de placidez…
domingo, 19 de febrero de 2006
Olvidos
La verdad es que a mi, hay muchas cosas que se me olvidan. Anécdotas de mi vida que ahora andan flotando por ahí en algún sitio y que quizás estén siendo reutilizas por la mano del destino en otras carnes.
Algunas veces, pues llega el tiempo con su bofetada (en ocasiones atroz y en otras cálida), y me recuerda aquella que en algún momento fui, con su música y su color. Y entonces cierro los ojos muy fuerte, para ver si acabo de olvidar las penas que me pesan. Y se me abren la boca y los pulmones si quiero retenerlas dentro de mí para siempre. En esas ocasiones, me gustaría que se me quedaran impresas en las tripas con fuego.
Una de las cosas que se me habían olvidado es lo bonito que es tener a alguien a tu lado en el que mirarte y en el que apoyarte para crecer hasta ser grande, grande. Hasta poder sentirte con fuerzas para pisar con paso firme. Lo agradable que es tener un oído esperando incluso tus susurros más ínfimos. Unos brazos para darte calor después del frío. Unos ojos que te llevan la alegría hasta lo más hondo. Alguien que te haga extender las alas que tenías un poco mustias para volver a recordarte que eres tú la que puede volar. Para sentirte más tú pese a estar mil veces menos sola.
Y moverte por la vida así, caminando, caminando, caminando.
jueves, 16 de febrero de 2006
Frankly, my dear...
Mira que no me suele gustar mucho cuando la gente en los blogs pone frases de películas y eso, vamos, no es que no me guste, pero a mi no me sale. Pero hoy es distinto. Hoy llueve y hace frío y yo sufro los avatares de la feminidad… y en estos casos casi siempre me da por pensar en “Lo que el viento se llevó”. Sofá-manta-lluvia fuera y Scarlett y Rhett tirándose los trastos a la cabeza con enorme glamour…
Y el ingenio incisivo de Rhett hasta hace olvidar la enorme extensión de sus orejas, ah! ¡¡Qué hombre!!
Scarlett: You sir, are no gentleman!
Rhett: And you miss are no lady... (Scarlett gasps) Don't think that I hold that against you, ladies have never held any charm for me.
Scarlett: Rhett! When you leave… where shall I go? What shall I do?
Rhett: Frankly my dear, I don't give a damn!
martes, 7 de febrero de 2006
Incompatibilidades domésticas
Hay cosas que definitivamente, cambian cuando tienes una pareja. Y te ríes por no llorar.
A mi me encanta leer, lo reconozco. Y soy capaz de estarme horas leyendo tranquilamente sin que ello me importe. Y cuando leo, no es porque estoy aburrida, sino porque me gusta. Y para leer me hace falta el silencio.
Ahora, que casi siempre estoy acompañada, no puedo leer tanto. Estoy tranquilamente, calladita viviendo la vida de otros, y entonces, viene cuando tu pareja te habla. Y cada diez minutos, o te lanza una pregunta o hace algún ruido que te hace mirar. La vida de los demás, no puede vivirse a trompicones.
Leer agarrado a alguien es también muy bonito, pero como casi todo en la vida, nada práctico. Sobre todo cuando tu pareja es de las que son incapaces de estarse quietos un minuto. Cada movimiento, cada cambio de postura, te hace levantar un brazo, o mover una pierna, o ahuecar la almohada de nuevo. Un desastre.
Entonces, es cuando tu pareja dice que leer te sienta mal. Que te vuelves de un irascible… Y es que a mi me gusta leer sola. En silencio. Aisladamente. Sin contratiempos. Durante mucho rato. Rato en el que no estoy para nadie. Y no me gusta que me acaricien mientras tanto, ni que me hablen, ni que me miren, ni que me esperen a que termine…
Ya veis, sé que en sí mismas son cosas bonitas, pero nada compatibles con la lectura. Así que ahora leo a escondidas. Aprovechando que él duerme. Saco un bracillo para coger el libro de la mesilla sin apenas moverme y conteniendo el aire. Y paso las páginas con sigilo de espía para que no se despierte. Soy una tránsfuga de la literatura. Bombardeada esporádicamente, por las balas del ronquido.
Mini posts
Las cosas bonitas, sí que pueden pasar. Puede llegar un desconocido y hacerte un favor porque sí. Y un pintor, puede pintarte todo bien y cobrarte lo justo. Y un señor, puede donar una finca a una ONG que la gestione adecuadamente sin que haya trapicheos entre medias. Y alguien puede montar una empresa y tratar bien a sus empleados y confiar en ellos. Lo que pasa es que eso nos suena raro. Es una pena.
Hay anuncios absurdos en la tele. Os lo digo yo. Yo veo poco la tele –ahora más porque a mi pareja le gusta mucho y una se acopla- pero el mundillo anuncio me llama la atención. Ojo, que también cambio de canal en la publicidad, pero lo que quiero decir, es que los observo analíticamente. Y son absurdos. Más de lo que parecen a simple vista, así que imaginaos. Si alguien ha visto el anuncio del Toyota Yaris y a un patán moviendo las manos de forma indescriptible en una pantalla táctil, entenderá de qué hablo.
Este año, en Gran Hermano, han probado el experimento de mezclar a gente a la que yo considero normal con gente de esa que me hace pensar que el mundo, es mundo porque lleva la inercia de serlo. Debe ser duro estar encerrado en cuatro paredes con gente a la que no comprendes y a la que miras como si fueran marcianos. A mi, el verlo, me producía un poco de angustia. Ver cómo las personas normales, con su inteligencia y esas cosas que conlleva, tenían que lidiar con personajes con unos procesos de racionamiento (o ausencia del mismo) fuera de lo comprensible. ¿Cómo hacer entender a un tarugo de pan algo que no sea lo blanda que está la miga? Debía ser angustioso. A mi me da un poco de espanto pensar que una mañana, puedo levantarme ahí. Sin las piernas depiladas y sólo con minifaldas en la maleta.
Dentro de poco me mudo a mi casa. Ya tenía yo la sospecha de que las obras habían ido mal, lentas en su mayoría aplastante. Ahora, veo que en la obra ilegal que empezó hace porco y que vigilo desde mi puesto de trabajo (sin comentarios), ya están poniendo los cristales. Tener un modelo de referencia es un poco caca a veces. Un señor en esa obra se pasea ahora mismo por el tejado y comprueba las instalaciones de algo. Su compañero también se pasea por el tejado soleado. Parece que han terminado porque no les veo. ¡No, están escondidos detrás de unas chimeneas enormes! Quizás, pueda dedicarme a ser reportera de obras. Oh, oh… otro descubrimiento: he visto una escalera desde la ventana a la terraza ilegal que hay más abajo… ¿Serán los mismos dueños?
A lo mejor, es un señor que quiere hacer una cosa bonita porque sí y les ha dejado que entren a su casa a hacer pis o a beber algo. También pueden mirar la tele y comentar los anuncios, o dejarse hipnotizar por el baile marciano de las manos del actor y pensar en comprarse un Toyota Yaris con lo que saquen de esta obra. Si los viéramos en Gran Hermano, entenderíamos mucho de ladrillos y andamios.
Vidas
Es curioso, pero a veces a mi me da la sensación de que la vida te cambia y tú no has formado parte de la broma. Y te quedas medio aturdido, sintiéndote extraño en una vida que parece la de otros. Parpadeas, haces una mueca y pones cara de no saber que está pasando. Es curioso. ¿De quién será esta vida que me viste cada mañana?
A lo mejor es que las vidas andan por ahí sueltas y cuando te ven vacío, o ven que te sobra un hueco, se te pegan y se quedan un rato. Hay otras que echan de tu cuerpo a las que había antes y con las que estabas tan contenta. ¡Serán capullas! Algunas merece la pena atraparlas y agarrarlas fuerte. Otras, mejor escupirlas en cuanto te rozan. Codazo, rodillazo y mirada de burro.
A mi me gustan las que traen mares y viento que te da en la cara. Me gustan las que vienen con sol de serie. Las que te hacen reír y las que están llenas de gente a la que quiero. Las que tienen, clara como el agua, la línea del horizonte.
Me debato
Me debato entre la dieta omnívora y la vegetariana. Me debato entre blanco o blanco manchado. Me debato entre la soltería o el amor de pareja. Me debato entre controlar las calorías o el libre albedrío. Me debato entre ser responsable o el dejarme llevar. Me debato entre escribir ahora que me apetece o trabajar ahora que debo. Me debato entre un trabajo que me gusta y otro que me pagan. Me debato entre los tacones o el zapato plano. Me debato entre el pelo para atrás o el flequillo. Me debato entre hacer ahora las copias o aprovechar esta tarde. Me debato entre ir a la piscina o esperar a organizarme. Me debato entre la mesa verde o la blanca. Me debato entre si subimos al cielo o nos quedamos en tierra. Me debato entre llamar o mandar un mail. Me debato entre estar triste o esforzarme en estar contenta. Me debato. Me debato. Me debato.
lunes, 6 de febrero de 2006
Pequeñas idiosincrasias suizas
Los suizo-franceses se cachondean de los suizo-alemanes. Es un hecho. Los tienen por unos cabecicubos cuadriculados campechanos anticuados con pantalones tradicionales de piel. Los chistes en los cantones francófonos son casi siempre acerca de suizos-alemanes.
Hoy estaba yo en una conferencia sobre los inicios de las leyes para menores en Suiza, y nos han explicado cómo, en el cantón de Ginebra a finales del siglo XIX, los chavales que se portaban mal (robaban bicis, etc.) podían ser sacados de sus familias y mandados a algun reformatorio o puestos a cargo de una familia suizo-alemana: carcajada general, -¡¡¡¡eso es peor que la cárcel!!!!- ha exclamado alguien.
jueves, 2 de febrero de 2006
Mafalda, Malaria y este Mundo
A veces, al meditar sobre ciertas cosas que pasan a mi alrededor, me acuerdo de Mafalda, sobre todo cuando en una tira piensa, creo que de Felipe: "pobre, aún no se ha dado cuenta de que este mundo es este mundo”… y yo no es que no me haya dado cuenta, pero hay cosas que aún me siguen sacudiendo.
Leyendo una historia del intento de erradicación de la malaria me encuentro con esto:
“Now it is notoriously difficult to put a value on human life, though many economists are perennially willing to try. But the exercise becomes superficially plausible if you assume that development is the social objective, axiomatically to be considered good, by which other values are tested. Then the worth of a man may be reckoned as what he contributes during a normal life span to the gross national product. If he dies prematurely the years of useful labour cut off are lost and constitute a social cost. If he is periodically ill or chronically debilitated, his actual productivity falls short by a measurable amount of his assumed potential. And that is economic loss. All these costs may be charged to malaria if malaria is the villain, along with the direct expenses of treatment, and weighed against the cost of eliminating the disease or reducing it by any given amount.
If the model predicts that fighting disease pays, then the exercise can seen as harmless as it ought o seem superfluous. But suppose the fight is found not to pay. As the whole point of running a cost-benefit model is to sway governments presumed to be responsive to that kind of argument, would they not be under as strong pressure to forgo malaria control when the model lights turn red as to proceed when they are green?
Unpleasant as is that proffered choice, in the name of economic reason, to buy or not to buy lives, there is still a more unpleasant middle ground: To buy certain lives and sacrifice others. WHO has come perilously close to recommending that governments do just that. As a limited war against malaria by definition cannot extend to the protection of all people, a suggested strategy is to concentrate on protecting those people in society whose economic contributions are most important – workers in key industries, producers of cash crops, those who labour to build roads, dams and other capital improvements, in short all those who are useful for development.
This implies a curious and dismaying reversal of values. It used to be argued that development was a good thing because it benefited people; now we seem on the point of agreeing that people are a good thing so far as they benefit development. No one appears to have blushed at the implication that human life was to be protected only as it contributed to the gross national product. No politician appears to have protested the cynicism thus imputed to political leadership. Everyone is busy being “realistic”. If you want to do good in a world so obsessed with development that it allows only two kinds of nation, the developed and the developing, you have to prove that doing good is the way to develop.”
Gordon Harrison, Mosquitoes, Malaria and Man: A History of the Hostilities since 1880.
La frase de la semana
Mi seño de francés nos enseñó el otro día en clase una manera de expresar total desinterés hacia algo, la frase:
“Je m’en beurre les fesses avec le pinceau de l’indifférence”, literalmente: yo me enmantequillo las nalgas con el pincel de la indiferencia.
Simplemente genial, refinamiento francés al 100%.