lunes, 27 de marzo de 2006

Curro nuevo, vida nueva


He empezado a currar en una oficina. Estoy muy feliz y parece que he conseguido por fin estabilizarme un poco mentalmente y definir mi rutina de una forma más clara. Ahora me levanto pronto (más que antes) y me voy a sentarme a una silla a hacer lo que me manden o a mirar al techo cuando me aburro. Las responsabilidades las comparto con otros y tengo un grupo de amigos de la ofi que se dedican a lo mismo que yo y que trabajan conmigo (o yo con ellos) en el mismo tema. Fuerte, fuerte. Y cuando llega la hora me voy. Y camino hacia mi casa y estoy “saliendo” del trabajo. Saliendo, ¿os dais cuenta? No voy a casa a hacer el informe tal ni me muevo de un sitio a otro. Salgo. Salgo del trabajo. Termino mi jornada. Y llego a mi casa en la que no he estado hace miles de horas. Y me alegro, porque eso significa que la jornada laboral acaba. Acaba… qué concepto más interesante… Y miro el ordenador y no me da remordimiento cuando me tumbo en el sofá. Fuera de la oficina, el trabajo no existe. ¡Es maravilloso!

Me he dado cuenta, en consecuencia, de lo mucho que me gusta el orden natural de las cosas y lo mucho que ayudan los límites imaginarios entre espacios del día: ahora trabajo, ahora no, ahora sí, ahora no… ¡Colosal!. Luego acabará por aburrirme, seguramente, pero no veáis lo que me coloca las ideas. Y eso que llevo sólo una semana. Y eso que soy de las responsables y no me es difícil imponerme mis propios horarios.

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