Mis vecinos de abajo son la nostalgia personificada. Deben de ser argentinos o de algún país de Sudamérica, y pasan el tiempo hablando por teléfono con acento suave y escuchando boleros. Los boleros están bien, me hacen imaginar su apartamento con un papel de colores desteñidos ahora pero que fueron muy brillantes hace unas décadas y pensar en olores de comidas ricas. Anoche se juntaron con amigos y escucharon unos discos de Chavela Vargas, y yo me sentí transportada al cuerpo de una mujer sufridora de película de Almodóvar, con una vida dura, un pelucón y un maquillaje de los años 70. “-Ya estoy harta de ser buena”, le dije a la alfombra de mi cuarto, cual Carmen Maura despechada, y acto seguido me arrebujé un poco más en mi edredón y seguí leyendo mi libro de Pennac y comiendo chocolate.
martes, 14 de marzo de 2006
Boleros y la raya del ojo…
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