El otro día entré en el baño y los pillé. Allí estaban los dos, besándose. Un tercero los observaba un poco apartado, con un aire de envidia. Ahora lo sé, el cepillo de dientes de mi compañero de despacho A tiene un affaire con el cepillo de dientes de mi compañero de despacho B. Se pasan el día en el vaso del lavabo, unidos en tierno abrazo fundiendo sus cerdas. Si eso no es amor, que venga dios y lo vea.
El mío solito, o quizá escandalizado, no se mete en esas cosas. Claro que ahora sé que me es infiel. El otro día mi compañero de despacho B, salió del baño con él en la mano, le había puesto pasta y todo y me explicaba nosequé enfáticamente y yo no conseguía escucharle, sino sólo seguir mi cepillo en su mano, como hipnotizada, mi cepillo agitado cual batuta. Tardé unos instantes en salir de mi catalepsia y encontrar las palabras en francés para decirle: “ese es mi cepillo”. ¡Qué rojo se puso! Y hablo de B, mi cepillo ni se inmutó, no tiene vergüenza, la prueba es que ayer estaba húmedo de nuevo y yo ni me había acercado a él… vamos a tener que hablar…
2 comentarios:
Este post me ha gustado mucho.
Pero si los objetos inanimados cobrasen vida, no podríamos pegar ojo en toda la noche.
Imagínate el ruido que debe provocar una lavadora cantando!!
La Castafiore, jejeje
El secreto está en meter un somnifero en el cajoncito para la pastilla antical.
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