Hay elementos cotidianos que me aturden un poco. Uno de ellos es ese tipo de duchas fijas que se acoplan a la pared del baño o al techo, dependiendo del modelo en cuestión.
Es verdad. La imagen de estar en una ducha, con agua cayendo del techo de forma cariñosa, en un espléndido reparto espacial - cada gota en su sitio, oye - pues se le antoja a una como una estupenda imagen. Como dirían los catálogos, "una estupenda caricia a los sentidos". E incluso, si una se ve en la situación de encontrarse en un baño de estos, es algo que incluso disfruta durante unos minutos.
Pero claro, la Oye, morena de la imagen no es una persona real de carne y hueso y no tiene las necesidades reales de la Oye, morena de carne y hueso. Es decir, no le huele el sobaco, no tiene que aclararse el pelo y no tiene unas partes íntimas que lavar que le requieren una serie de manipulaciones acuáticas que si la ducha es fija, están complejas.
Lo del sobaco, es fácilmente solucionable. Lo del pelo es todo cuestión de tiempo, ya que una puede tirarse horas debajo de esa lluvia dispersa de gotas que van donde quieren menos a tu cabellera. Al final se consigue. Pero lo de los bajos fondos... eso es más complicado.
Y entonces, con 33 años, me veo a mi misma a lo largo de unos minutejos en la ducha poniendo posturas extrañas, haciendo cazuelitas con las manos para acumular agua cerca del objetivo, intentando domar como puedo el chorro disperso e insurrecto y levantando pieras para allá y para acá. Nada muy escandaloso pero incómodo, ¿no? Lo mismo alguno de vosotros tiene la clave.
Y me entra un poco la risa pero, estimados/as, nunca, nunca, pondré una así en mi baño.
1 comentario:
ja! Lo mismo me ha pasado a mi en los hoteles! No me lo explico. Son duchas hechas para hombres, pero no para mujeres. Yo también pongo las manos en cazuelita y limpio el bajo fondo en un splash acuático de sensaciones.
Yo me mondo querida, me mondo.
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