La mosca Renata
Yo conocí una mosca que recorrió una vez el mundo. Se llamaba Renata, y había crecido en un bar de carretera.
En ese bar muchos autobuses paraban. Gentes llenas de colores y de ruidos (y con hambre y ganas de hacer pis) lo llenaban todo de pronto. Renata les volaba un rato por encima, se posaba en ellos, los olía, les daba pequeños golpecitos en la cabeza con sus patas, los investigaba con curiosidad. También lo hacía como para cerciorarse de que eran reales, pues pocos minutos después, tan deprisa como habían entrado, se marchaban todos en tropel.
“-Un día yo también me iré”, pensaba Renata.
Una mañana cogió su pequeña mochila (peso mosca), metió en ella una miga de pan y un pedacito de queso y, sin pensárselo dos veces, salió volando del bar. En medio de la confusión de personas, se subió a un autobús cualquiera que estaba cerrando sus puertas a punto de marcharse.
“-Uff –pensó, posada en la luna delantera- por los pelos…”
(pelos de mosca, claro)
Con un fuerte bramido el autobús se despertó y comenzó a caminar, primero despacio, como un elefante recién levantado, pero luego rápido y más rápido, engullendo los kilómetros grises.
Renata, que había pasado un momento hurgando en su mochila, verificando que no se había olvidado en casa su cepillo de trompa, levantó la vista de pronto y casi se muere del susto… allí estaba el mundo, siendo atravesado a toda velocidad…
“-Allá vamos-”, pensó.
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