Hace un par de días vi, en la parada del tranvía, a una madre y a una hija. Uno de esos conjuntos madre-hija en los que la madre ronda los 85-90 y la hija supera ya de sobra los 60.
En mi conjunto madre-hija particular, la madre vestía un abrigo de piel y un gorro a juego, y parecía salida de una película de Marlene Dietrich. Caminaba agarrada a un bolso elegante y al brazo de su hija.
La hija lucía una apariencia casi falsamente moderna. Vestía una chaqueta más informal, colorida y llevaba las canas teñidas de rubio y sujetas en una coleta alta.
Y sé que suena raro decir que la hija parecía falsamente moderna, porque ¿por qué no va a ser moderna una señora de sesentaymuchos? y claro que no hay un por qué, pero es que ésta mujer en concreto me dio la impresión de que sobrellevaba esta modernidad casi como un deber, como si el tiempo las empujase a las dos a parecerse más de lo que a ella le gustaría y necesitase poner una distancia entre el aspecto de su madre y el suyo, pero no terminando de sentirse a gusto con el que le tocaba.
Y tuve casi la certeza de que, probablemente cuando su madre ya no estuviera, ella tardaría poco en coquetear con la idea de hacerse un moño, incluso de vestir un gorro de piel elegante y así adoptar por fin el aspecto más solemne que tenía cara de estar ya deseando.
3 comentarios:
Guisante, veo que a ti también te gusta mirar a la gente. Eres una voyeur de almas. Yo particularmente encuentro fascinantes aquellas que no acaban de ser coherentes con quienes realmente quieren ser.
Y vosotras?
Como me gustaría tener a quien imitar con una vestimenta asi, yo soy visiblemente desaliñada, me gusta lo elegante pero no hay quien me enseñe
MUI LINGO TU BLOG, ME RE GUSTO LINDAS PALABRRAS, VISIITARIIAS EL MIO??
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