Pasé el fin de semana en la casa de un amigo suizo-alemán que estaba de cumpleaños y lo celebraba con todos sus amigos suizo-alemanes y algunos suizos pero no suizo-alemanes e incluso algunos ni suizo-alemanes ni suizos como yo. Fue todo muy suizo. La casa estaba junto al lago de Constanza, en un pueblo pequeño con mucha hierba y vacas y árboles y casas pintadas de colores, con muchas flores por todas partes: en cada alfeizar su maceta, en cada poste de señal de tráfico su repisita con su jardinera. El papel higiénico que había en la casa tenía edelvaises estampados, no digo más. La gente invitada era correcta pero fría. La fiesta no estuvo mal pero imagino que fue mejor para los que hablaban suizo-alemán...
Es curioso que una de las no demasiadas personas que habló conmigo en francés me estuvo comentando cómo, en su opinión, la función principal del lenguaje es comunicarse y por tanto, los idiomas diferentes se han usado históricamente para aislar a los no-hablantes de esa lengua (opinión que no comparto completamente, pero bueno, quizá debería, visto lo visto) y casi como para reafirmarlo pasó el resto del fin de semana hablando suizo-alemán con sus compatriotas, lengua que no abandonó salvo para ofrecerme algún que otro aperitivo, educación ante todo...
Y me hirvió un poquito la sangre, porque no es agradable pasarse un fin de semana en un aislamiento lingüístico tan grande, pero por otro lado sé que aunque esto es frustrante es casi inevitable. La gente de un sitio se junta y habla su lengua, y por muy amables que intenten ser, es difícil pensar continuamente que hay alguien ahí que no se entera ni del nodo y que tiene una sonrisa de circunstancias mientras que francamente se aburre o se está cagando en tus muelas (yo pasé de una cosa a otra en un gradiente regular a lo largo del fin de semana)...
Y me doy cuenta de que cada vez estoy más cansada de ser la extranjera, de ser la amiga española pintoresca que si viene nos va a traer una tortilla o va a hacer gazpacho o va a comportarse de manera espontánea y exótica. ¡Al cuerno!
(Se masca, se gesta, se siente un cambio de país, los suizos que se vayan todos a hacer raclette)
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