Paseaba yo con un amigo cerca de la medianoche por un lugar bastante tranquilo de Ginebra, cuando apareció un tipo de la nada, grande, bastante borracho y con un aire amenazador, que nos pidió un cigarro. No fumamos, perdón, le dijimos, y nos hubiésemos marchado si no hubiese sido por que él continuaba a mirarnos de manera extraña. ¿Sabéis qué? nos preguntó, mirándome sobre todo a mí, ¿Sabéis qué? repitió muy serio. Y yo ya sólo esperaba el momento en que algo muy malo iba a pasar, y me sentía como los gatos que miran fijamente a los coches antes de ser atropellados... “hay alguien que os ama mucho” dijo, y como vino se fue.
Y me quedé muy inquieta, como ganadora en un sorteo en el que perder era como que muy malo...
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