Bueno, eso no es del todo cierto, pues nos quedan los pájaros, pero vamos, la mayoría de ellos se extinguió, y no por andar tirándose pedos de metano que aumentasen el efecto invernadero, sino por que llegó un meteorito sin avisar y les pegó en toda la parte gorda.
¿A qué viene esto? a que acabo de descubrir que un meteorito podría atizarnos en cualquier momento sin que ni siquiera los chicos listos de la NASA se diesen cuenta, y la verdad es que la idea no me ha gustado nada (para más información "A short history of nearly everything" de Bill Bryson).
La combinación de esta certeza totalmente inútil y el regreso de las vacaciones supone un cocktail que me empuja de nuevo a escuchar 70 veces diarias "arriba los corazones".
A parte, el destructor pintores que ataco el planeta really happy hace unos días, tiene las llaves de nuestro cuco pisito (que lectores asiduos recordarán como con 34 metros cuadrados) y amenaza con llegar a las 7 de la mañana cualquiera de estos días. Por ello, los contenidos de cocina y baño han sido apilados en el salón-comedor-dormitorio-despachito-biblioteca-jardín y cualquier descuido alimentado por la confusión reinante puede llevarme a ducharme con salsa de ostras o a echarle aftersun a la receta más pintada, con imprevisibles consecuencias.
¿Cómo se enseña a desconocidos un piso en este estado? pues con mucho cuidado, porque a parte de todo parece que nos mudamos de casa. Cerrad ahora los ojos e imaginad el camarote de los Hermanos Marx... pues eso.
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