Nos quedamos mudas, o más bien, sin tiempo para contar lo que se nos pasaba por las cabezas y nos fuimos de puntillas sin decir nada, como peras cobardes...
Creo que ha llegado la hora de cerrar oficialmente croquetas. Es una pena, pero es una realidad. No voy a hacer aquí un balance embarazoso o un último episodio hecho de refritos, aunque confieso que se me hace un pequeño nudo en la garganta pensando en la palabra fin. Morena fue arrastrada por una fuerza devastadora de vida, deberes, ocios y amigos, y me alegro mucho porque probablemente eso quiere decir que pasa menos tiempo con las posaderas achantadas delante de un ordenador. Yo me he cambiado de casa y de país y hay días en que me pasan muchas cosas y días en los que sólo quiero no salir de entre las mantas y me atrinchero con libros y café con leche. Y tengo muchas ganas de contarlo todo, así que estoy juntando cosillas y perseverancia para un día, quizá al final del verano, empezar a contar en otro formato las nuevas cosas que voy viviendo y su grado de neurosis asociado. Cuando comience pondré aquí el enlace por si os apetece daros una vuelta por el nuevo espacio.
Muchos abrazos y muchas gracias.